Eran aproximadamente las seis de la tarde del pasado 8 de marzo, cuando en plena plancha del Zócalo capitalino y frente al imponente Palacio Nacional, Guadalupe Hernández exigía justicia para sus tres nietos huérfanos, cuya madre fuera victima de los feminicidas popularmente conocidos como “los Monstruos de Ecatepec”.
Arlette Samantha era una joven madre de tres menores cuando Juan Carlos Hernández Bejar le arrebato la vida, según las propias declaraciones del feminicida, por indicaciones de su pareja Patricia Martínez Bernal. El escalofriante destino del cuerpo de la victima no es materia para esta columna y espero que mi amable lector comprenda los motivos.
A través de vecinos, los familiares de las victimas se allegaron de información referente a que la plataforma de streaming Netflix realizó una visita a la casa de la madre de Juan Carlos Hernández y le otorgó un pago de “cierta cantidad de dinero”. Es así que la indignación de los familiares de las victimas escaló hasta la Cámara de Diputados, donde se exigió se frene la producción, esto para evitar se haga apología del delito de feminicidio, se les revictimice y se lucre con el dolor de sus pérdidas. Además, la señora Guadalupe Hernández sostiene que no siendo suficiente el daño con que amenaza la plataforma, Juan Carlos pretende escribir un libro referente a los crimines que el día de hoy lo mantienen tras las rejas.
El dolor de los familiares se ha hecho manifiesto, es por eso que continúan insistiendo en que de no poder evitar la divulgación de sus historias, al menos se utilicen las regalías para garantizar la reparación del daño, especialmente para las familias que como en el caso de Guadalupe quedaron al cuidado de los niños que la pareja de criminales dejara en orfandad. Pero además, ¿Qué motiva a una plataforma de entretenimiento a darle voz a aquellos que se la arrancaron a otras por siempre?
Recordemos que para que la apología del delito sea punible deben presentarse los siguientes elementos:
- Exposición pública: La apología debe ser comunicada ante una concurrencia de personas o por cualquier medio de difusión.
- Ensalzamiento del crimen o del autor: Debe haber una clara intención de glorificar el acto delictivo o a la persona que lo cometió.
- Provocación: La apología será considerada delictiva si constituye una incitación directa a cometer un delito.
En nuestro país, esta no sería la primera vez que se hace apología de un delito a través de una serie televisiva, es preciso mencionar que con motivo de otro caso de feminicidio serial y en circunstancias sumamente semejantes, en el año de 2022 la Suprema Corte de Justicia de la Nación produjo y difundió la docuserie “Caníbal, Indignación Total”, la cual narra la actividad delictiva del denominado “Caníbal de Atizapán”, nuevamente enfocándonos en la figura del criminal ¿como? al convertirle en protagonista de una historia, ¿a caso no es eso un incentivo?
La SCJN sostuvo que la elaboración de la serie documental era con fines de concientización, pero ¿eso no significa seguir destacando la figura del criminal por sobre de las victimas? de vuelta apagando sus voces.
Y no es unicamente un conflicto de la industria del entretenimiento mexicana, igualmente Netflix previamente ofreció producciones que generaron furor entre el público, como fueron la serie Dahmer y las dos películas sobre el feminicida Ted Bundy, siendo el segundo caso aun más lesivo que el primero, pues lo mas llamativo de la narrativa es la forma en que se retrata al protagonista, como un atractivo genio incomprendido, fachada que se destaca muchísimo más que las razones que lo llevaron a juicio, es decir, que era un violento agresor sexual y feminicida, que practicaba actos de sadismo y necrofilia a sus jóvenes victimas.
Entonces, podemos desarrollar la siguiente pregunta: ante las violencias que se viven todos los días en las distintas entidades federativas de nuestro país ¿es verdaderamente una responsabilidad completa del Estado la prevención de estos delitos? o ¿es que nosotros como población exigimos saciar el morbo con sangre?
Si bien es cierto que queda un largo camino por recorrer como Estado en materia de educación, seguridad pública y salud mental, también es importante reconsiderar el consumo de los contenidos que elegimos, especialmente por la ética que este tipo de temas debería manejar y que por lo regular con fines sensacionalistas no contempla.