
La celebración del Mundial de Fútbol 2026 representa una oportunidad histórica para México: ser por tercera ocasión sede de este magno evento después de 1970 y 1986 y de compartir escenarios con Estados Unidos y Canadá ofrece una plataforma global para demostrar su capacidad organizativa y cultural . No obstante, hoy más que nunca, el país enfrenta retos inéditos en materia de seguridad.
En primer lugar, niveles elevados de violencia en las ciudades sede como Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey provocan temores legítimos. En la capital, hay presencia documentada de células delictivas como Unión Tepito y el Cártel de Tláhuac; en Jalisco, el poderoso CJNG; y en Nuevo León, el Cártel del Golfo y del Noreste, entidades que concentran aproximadamente el 13 % de los homicidios nacionales.
Por otro lado, el crimen organizado ha evolucionado: en febrero de 2025, seis cárteles mexicanos entre ellos Sinaloa, Jalisco Nueva Generación, del Golfo, del Noroeste, Cárteles Unidos y Nueva Familia Michoacana fueron oficialmente designados por Estados Unidos como Organizaciones Terroristas Extranjeras (FTO). Esta decisión agudiza la percepción de inseguridad y añade una dimensión diplomática y operacional compleja al evento.
La designación de cárteles mexicanos como organizaciones terroristas por parte de Estados Unidos ha elevado la presión sobre la seguridad nacional. Si se produjera un ataque de gran impacto o una crisis diplomática, no es descartable que la FIFA, en acuerdo con los países coanfitriones, reubique partidos de alto perfil a sedes en Estados Unidos o Canadá. Esto reduciría la participación de México en el Mundial, con pérdidas económicas y simbólicas significativas.
La respuesta de México ha sido firme: el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum ha rechazado cualquier intervención militar estadounidense en territorio nacional, defendiendo la soberanía y favoreciendo un esquema de cooperación sin subordinación .
Frente a estos desafíos, las autoridades mexicanas ya trabajan en planes robustos de seguridad. La Ciudad de México, por ejemplo, prepara inversiones en movilidad, drones de vigilancia, equipos de detección de explosivos y francotiradores de alta precisión como parte del Plan de Acción 2026 . A nivel nacional, se han implementado protocolos con tecnología avanzada incluidos simulacros aeroportuarios como el del AIFA, inteligencia coordinada y despliegue conjunto de fuerzas federales que buscan prevenir actos terroristas o criminales .
Coordinación plena entre los tres niveles de gobierno para garantizar entornos libres de violencia en las zonas sede.
Operativos especiales permanentes que no se limiten al día del partido, sino que incluyan vigilancia previa y posterior al evento.
Colaboración internacional con cuerpos de seguridad y agencias de inteligencia de Estados Unidos, Canadá y la FIFA para monitorear amenazas y prevenir incidentes.
Campañas de comunicación internacional que muestren avances concretos en seguridad y que contrarresten la narrativa de riesgo.
También se ha aprovechado la experiencia de eventos como Qatar 2022: autoridades mexicanas participaron en el Programa de Observación de Seguridad de la FIFA, evaluando protocolos, logística, acreditación, vigilancia y lecciones aprendidas . A esto se suma la colaboración regional y global en materia de inteligencia, entrenamiento y prácticas de seguridad para megaeventos.
La cancelación parcial o restricción de sedes sería un golpe duro para la economía, la imagen y el orgullo nacional. Pero es un riesgo que puede reducirse con acciones inmediatas y sostenidas. México no solo compite por mantener sus partidos, sino por conservar su lugar en la élite de países capaces de organizar un evento de la magnitud de un Mundial.
Sin embargo, los retos persisten. Líderes del sector turístico advierten que los riesgos de inseguridad, junto con deficiencias en infraestructura y servicios, podrían empañar la experiencia de los millones de visitantes esperados . Además, incluso en la noche del mismo asalto a la imagen de seguridad de la capital, asesinatos emblemáticos en plena luz del día sacudieron la percepción de Ciudad de México como enclave relativamente seguro.
En síntesis, la designación de cárteles como terroristas, la presencia activa del crimen organizado en varias ciudades sede y las tensiones diplomáticas con Estados Unidos constituyen un escenario desafiante para el Mundial en México. Para que el país pueda ejercer exitosamente su papel como anfitrión y preservar la seguridad de jugadores, aficionados y ciudadanos, será determinante: intensificar la vigilancia, perfeccionar la coordinación interinstitucional, fortalecer la infraestructura y restaurar la confianza internacional.