Por Imelda Nathaly González Guevara
No es para nada un secreto la actual crisis de inseguridad que se vive en nuestro país, sin embargo, hay grupos sociales que se ven más golpeados y mucho más dañados que otros, podríamos mencionar varios ejemplos: pueblos indígenas, habitantes de zonas ocupadas (y gobernadas de hecho) por grupos de delincuencia organizada; migrantes, despojados y desplazados, en fin, la lista es tristemente larga, pero hoy quiero aprovechar el uso de estas líneas para hablar de algunas de las múltiples violencias de las que se puede ser víctima en México por el mero hecho de ser mujer [1].
¿Por qué hablar de violencias y no de violencia? Porque violencia es el género y cada una de sus diversas formas de expresión son la especie: sexual, económico – laboral, psicológica, obstétrica, intrafamiliar; o bien, las nuevas formas que aparecen con la expansión de las redes sociales: ciberacoso y ciberbullying, pasando por supuesto por la lucha constante en contra de ciertos comportamientos micro machistas, tales como el mansplaining [2] y el manterruption [3].
Es conveniente aclarar que en los casos de violencia contra la mujer, incide de manera importante el estrato económico al que pertenece la víctima, pues si es el caso de una persona de escasos recursos, puede significar una desventaja respecto del acceso a la justicia o la búsqueda de canales de solución o auxilio, sin embargo, no es una cuestión determinante, pues violencia siempre será violencia.
En los últimos años hemos podido observar cómo la violencia en contra de la mujer crece en números y diversifica sus formas, algunas son muy hábiles y sutiles (como es el caso de los citados mansplaining y manterruption) que cuesta trabajo percibirlas, pero también hay otras cada vez más cruentas y exaltadas.
Hace algunas décadas era impensable la desaparición de una mujer, el descubrimiento de un cadáver, mucho menos un desmembramiento y ni qué decir de la privación de la vida de una niña y el posterior abandono de su cuerpo en una maleta en un terreno baldío [4] … ¿Y qué ocurre actualmente? ¿Cuál es el pan nuestro de cada día cuando leemos las noticias?
Desafortunadamente, somos testigos de varias formas de expresión cada vez más violentas, agresivas y por supuesto deleznables en contra de la mujer, pero dichas conductas no surgen de la noche a la mañana, sino son más bien producto de un proceso de desestructuración del tejido social que ha venido ignorando los principios básicos del respeto de los valores éticos y morales, pasando por alto toda norma humana y jurídica.
Aunque por otro lado, también es importante señalar la fuerza negativa que implican por ejemplo, algunos estilos musicales, que si bien no pueden llevar de la mano a persona alguna a cometer una conducta de tipo penal, sí pueden –a través de sus letras- incitar o aplaudir la comisión de ciertos hechos ilícitos; es decir, la cultura en sí misma se violenta.
Es importante enfatizar que todo esto no es “un problema de las mujeres”, sino un problema de la sociedad en su conjunto, pues como se ha dicho, es el tejido que se va descomponiendo y que de lo que llegamos a tener conocimiento a través de los medios de comunicación o en el ejercicio propio de la abogacía puede no ser más que la punta del iceberg y que hay mucho más por conocer, visibilizar y exponer para poder lograr abonar un poco de seguridad y defensa de aquellas que por sí mismas no han podido lograrlo.
A lo largo de mis próximas líneas en este espacio, pretendo realizar análisis de corte criminológico (con el auxilio de diversas ramas) de múltiples hechos violentos que ocurren en México contra el género femenino, y que muy a pesar de una vasta legislación nacional e internacional, del llamado desesperado de las ONG´s y de la sociedad en general, dichos actos no cesan. ¿Qué se está haciendo mal? ¿En qué se está fallando? Vale la pena, a manera de ejercicio repensar en nuestras conductas individuales cotidianas y posteriormente las del conjunto social, porque insisto, ahí está la clave.
Citas.
[1] Según datos del INEGI, de los 61.5 millones de mujeres en México, 63 % de 15 años en adelante han experimentado por lo menos un acto de violencia en algún momento de su vida.
[2] Término inglés propuesto por Rebecca Solnit para referirse a la manera en que algunos hombres explican de modo condescendiente o paternalista a las mujeres sobre algún tema del que creen que ellas desconocen y del que sin embargo, pueden ser expertas.
[3] También se trata de un neologismo inglés que hace referencia a la constante e innecesaria interrupción que realiza un hombre cuando una mujer está hablando.
[4] Recordemos el tristemente célebre caso de “Calcetitas rojas”.
Imelda Nathaly González Guevara
Maestra en Derecho, Profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México.
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