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Polarización política y social: crisis en una sociedad de cristal

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Se puede observar que en los últimos años, está en auge un fenómeno, que a mi ver, se puede considerar un fenómeno preocupante y divisorio. Este fenómeno se está caracterizando por una división tajante y unilateral entre un “nosotros” y un “ellos”. Es cierto que estamos en una continua sociedad globalizada y que internet se ha convertido en un arma de doble filo. Por un lado, nos permite estar conectados con cualquier persona y nos brinda acceso a la información. Por lo que se convierte en una herramienta perfecta para mantener vínculos con las personas que amamos o admiramos e incluso, poder trabajar desde cualquier parte del mundo. Además, que podemos tener acceso a toda la información posible y que está en continua actualización. Es decir, es todo un lujo para la sociedad.

En cambio y por otro lado, se ha desarrollado una hiperconectividad y bombardeo de sobreinformación masiva, que también está asociado a la necesidad de querer surgir dentro de las redes sociales de ciertos individuos e incluso, de la misma casta política. Por lo que cualquier individuo puede agarrar su smartphone y retransmitir cualquier elemento o tema que le apetezca. Desde mi perspectiva, el problema es bidireccional, tenemos dos actores completamente distintos, siendo el creador de contenido y por otro lado, quienes consumen ese contenido. No obstante, quienes consumen el contenido, pueden percibir ese mensaje de diferentes formas y emociones. Con ello, el creador de contenidos debe ser responsable con lo que quiere divulgar.

El otro día se realizó el debate del verano en el canal de Youtube «The Wild Project», donde juntaron a dos bandos, siendo conspiranoicos versus ciencia. Es maravillo ser participe o escuchante en un debate donde se puede observar una gran polaridad y diversidad de opiniones, ya que, como científicos, debemos defender el espacio de diálogo e intercambio de ideas, hipótesis y teorías. Pero tristemente, encontré sentimientos contrapuestos, debido a que tenemos una herramienta brillante de divulgación, siendo esta internet y que puede estar al alcance por personas que simplemente venden humo o sus intereses son de cuestionable ética o moralidad.

Tomando como referencia el debate descrito anteriormente, se observa un sesgo en muchos individuos que mal divulgan alguna pseudociencia y sin ningún tipo de fundamento científico. Lo peor, es que en la gran mayoría de ocasiones, el que más habla es el que más ruido hace y el que menos objetividad puede presentar en su discurso. Muchos de esos “vende humos”, ya sean conscientes del daño que realizan, como los que no son conscientes de ellos, presentan en su mayoría un sesgo que resalta por la incapacidad de análisis y objetividad.

Este sesgo es denominado como «sesgo de Dunning-Kruger» y se caracteriza por ser un fenómeno cognitivo que describe cómo las personas con bajos niveles de habilidad o conocimiento en un área tienden a sobrestimar sus capacidades, mientras que aquellos con altos niveles de habilidad tienden a subestimar su competencia. Es decir, un “cuñado de bar”, como lo definimos en la sociedad española. En los aspectos generales, se define a la persona con «sesgo de Dunning-Kruger» como un individuo con poca habilidad o conocimiento en un área específico; sobreestimación de habilidades, debido a su ignorancia; y por último, infravaloración de las personas con altas habilidades o conocimientos. Además, asociándolos a la polarización política y social, estos personajes pueden calar hondo en personas con menores capacidades cognitivas y llevándolos a una radicalización ideológica.

Sin embargo, el debate en «The Wild Project» continuó con la entrevista personal al físico y divulgador, Javier Santaolalla, quien participó en el debate de conspiranoicos versus ciencia. Este describe algo, que considero muy importante y que se puede extrapolar en contextos políticos, científicos, sociales, entre otros. Es decir, Javier Santaolalla expone que estamos ante un fenómeno, donde estamos polarizados y crispados y que por ello, por pensar o expresar algo completamente distinto a lo que opina la supuesta mayoría, acabas siendo prohibido o cancelado, por tener alguna pequeña diferencia de pensamiento, posición política, color o bandera. Cabe destacar, que se potencia por una falta de escucha o escucha activa y que se convierte en un “estás conmigo o estás en contra mía”. En definitiva, hemos perdido la postura de indagar y  que es un aspecto asociado a la perspectiva científica.

Sin embargo, esa narrativa unilateral del “nosotros” y el “ellos” está presente dentro de la actual sociedad de cristal y que se ha convertido en una sociedad tóxica. Cuando se habla de una «sociedad de cristal» se refiere a un término utilizado para describir una cultura moderna en la que las personas son percibidas como extremadamente sensibles, frágiles y fácilmente ofendidas. Este concepto sugiere que la sociedad actual, especialmente entre los jóvenes, tiene una baja tolerancia a la crítica, la oposición y las dificultades, lo que resulta en una aversión a enfrentar opiniones contrarias y un aumento en la susceptibilidad emocional. Cabe destacar, que elementos como la evitación del conflicto, la cultura de la cancelación, la sobreprotección excesiva, la incapacidad de recibir opiniones diversas u opuestas y la necesidad de generar “espacios seguros”, nos está llevando a una sociedad con falta de resiliencia ante las adversidades u opiniones, más a individuos que no están capacitados a conflictuar para soluciones situaciones entre diferentes personas y con distintas opiniones. Tener diferencias, no es antónimo de resiliencia o búsqueda de respuestas y soluciones.

Sin embargo, quienes están aprovechando está compleja situación polarizada es el populismo que está dominando a la casta política de cada uno de los países democráticos (o no tan democráticos) y que se han potenciado por las necesidades y miedos de sus votantes. La polarización social y el populismo político han encontrado en la sociedad de cristal un terreno fértil para sus estrategias y discursos. La fragilidad emocional y la baja tolerancia a la crítica que caracterizan a esta sociedad crean un caldo de cultivo donde los mensajes simplistas y las promesas de protección resuenan con fuerza. Los políticos populistas, hábiles en identificar y explotar las necesidades y miedos de estos colectivos, utilizan esta sensibilidad a su favor, alimentando divisiones y reforzando la dicotomía “nosotros contra ellos”. Por lo que está generando una convergencia de la sociedad de cristal y el populismo político. Además, de una aversión al debate y la crítica, combinada con la manipulación de los miedos y necesidades de las personas, erosiona el discurso público y debilita las instituciones democráticas. La fragmentación social y la radicalización de las opiniones dificultan la búsqueda de consensos y soluciones compartidas, fomentando un ambiente de constante confrontación y desconfianza. Por lo que estamos en una continua «cámara de eco» que solo nos expone a una homogeneidad de opiniones con mismos puntos de vistas y a una polarización social.

En conclusión, nos encontramos ante un fenómeno fácil de analizar, pero difícil de enfrentar por la ya expuesto anteriormente. Sin embargo, la falta de discusión y una visión crítica, nos está llevando como un tren de alta velocidad, el cual está a punto de descarrilar. Quizás me equivoque y mi visión es alarmante, pero espero que tras esta lectura, elevemos la mirada de la pantalla de nuestro smartphone y reflexionemos sobre la necesidad de recuperar espacios de diálogo, sin ningún ego que domine en la toma de decisiones. Porque, al fin y al cabo, todos tenemos luces y sombras.

Cristian Rodríguez Jiménez

Criminólogo. Analista en Terrorismo Internacional y Crimen Organizado.

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