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El móvil como chispa racional: la abducción y el arte de pensar la prueba

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El pensamiento de Francesco Iacoviello sobre el método de la hipótesis y el razonamiento abductivo representa una de las aportaciones más lúcidas al estudio del proceso penal contemporáneo. En la fase preliminar de investigación, cuando los hechos son fragmentarios y la verdad aún no se perfila, la mente del investigador debe operar con una lógica distinta a la de la prueba definitiva. No se trata todavía de demostrar, sino de comprender; no de verificar, sino de descubrir. En este punto, la abducción se convierte en la forma racional más elevada del pensamiento jurídico, porque permite que la conjetura disciplinada sustituya al instinto, y que la inferencia estructurada dé orden al caos de los datos iniciales. La abducción, siguiendo a Peirce y retomada por Iacoviello, es un razonar hacia atrás: partir del efecto para imaginar la causa. Es el método que funda toda investigación racional, pero solo cobra sentido cuando el investigador posee un bagaje intelectual, técnico y humano suficiente para evitar la arbitrariedad. El razonamiento abductivo no es improvisación ni corazonada; es una construcción guiada por la experiencia, la memoria operativa y la cultura probatoria del experto. Por eso, el pensamiento de Iacoviello subraya que la calidad de una hipótesis no depende de su ingenio, sino de la formación epistemológica del investigador, de su capacidad para articular lo empírico con lo normativo, lo fáctico con lo jurídico. El autor acierta al advertir que la hipótesis no prueba. La hipótesis explica, orienta, sugiere, pero solo la prueba verifica. Confundir ambas etapas sería desmantelar la estructura racional del proceso penal. El investigador formula hipótesis; el juez verifica y contrasta. Entre una y otra acción se despliega la dialéctica de la racionalidad procesal: el descubrimiento pertenece al campo de la abducción, la comprobación al de la demostración. Es aquí donde la distinción se convierte en una garantía epistémica y jurídica, porque la investigación preliminar no puede transformarse en una convicción anticipada, ni la sospecha en prueba. En este marco, el móvil adquiere un papel decisivo, no como prueba incriminatoria, sino como punto de ignición del pensamiento hipotético. El móvil no demuestra nada; lo que hace es encender la imaginación racional del investigador. Es el indicio inicial que permite construir una explicación posible del hecho, una razón plausible para comenzar a indagar. De ahí su ambigüedad fecunda: puede haber móvil sin acción y acción sin móvil. Un motivo puede existir en la mente de quien no actúa, y el crimen puede perpetrarse sin un motivo discernible. Sin embargo, el móvil conserva un valor heurístico insustituible: es la chispa que enciende la búsqueda de la causa, la primera coordenada del razonamiento abductivo. El propio Iacoviello lo ilustra con elegancia: el móvil es relevante para el investigador, no para el juez. Sirve para formular hipótesis, no para condenar. Su función es epistémica, no probatoria. Funciona como una brújula, no como un veredicto. Por eso, el investigador prudente no convierte el motivo en certeza, sino en una dirección de trabajo que debe ser confirmada o refutada mediante la prueba. En este equilibrio entre la imaginación racional y la verificación empírica radica la madurez del pensamiento probatorio: el móvil es el origen de la sospecha razonada, pero solo la evidencia la convierte en verdad procesal. El método de Iacoviello, por tanto, enseña que el proceso penal se sostiene en una dialéctica entre descubrimiento y control, entre hipótesis y prueba. La abducción inaugura el camino; la verificación lo consagra. La primera exige inteligencia, la segunda exige rigor. Ambas, unidas, preservan la racionalidad del derecho frente al desorden de los hechos. La conclusión es tan simple como poderosa: el móvil no es prueba, es pensamiento en movimiento. Es la idea inicial que permite que el investigador transforme la sospecha en conocimiento, la conjetura en hipótesis, y la intuición en verdad demostrada. Allí donde la deducción calla y la inducción duda, la abducción imagina con disciplina. Ese es el mensaje profundo de Iacoviello: el derecho solo puede acercarse a la verdad cuando el razonamiento no se limita a observar, sino que se atreve a pensar.

Bibliografía.

Iacoviello, Francesco. La motivación de la sentencia penal y su control en Casación. Trad. y presentación de Perfecto Andrés Ibáñez. Lima: Palestra Editores, Colección Derecho & Argumentación, n.º 21, 2012. Capítulo III, “El método de la hipótesis y la motivación de las resoluciones jurisdiccionales en la fase de la investigación preliminar”, pp. 111–116.

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