México es un país donde la violencia contra la mujer está demostrada estadísticamente con el número de feminicidios que se cometen al año, así como con el número de mujeres desaparecidas ante una incompetencia de las autoridades en todos sus niveles de gobierno para coordinarse y acabar con ese flagelo.
A ello, debemos de sumar los incontables casos de violencia familiar que se suceden a lo largo y ancho de nuestro país a consecuencia de una cultura patriarcal y cuyas religiones desde sus textos sagrados convierten a la mujer en un instrumento al servicio del hombre.
Pero a todo ello debemos de sumar la violencia institucional que ejercen las agencias del sistema penal, aquellas que con los grandes se empequeñecen y con las pequeñas se crecen.
Estamos asistiendo al dantesco espectáculo montado por el gobierno de Miguel Riquelme en el estado de Coahuila, donde sus autoridades se solazan en difundir la foto de una mujer embarazada, cuyo gran crimen no fue desfalcar las arcas del gobierno, del Estado, ni tampoco participó en la masacre de Allende, ni mucho menos ha cometido delitos de lesa humanidad pero sí tuvo el atrevimiento de sustraer 6 latas de leche en polvo de una tienda de supermercado, lo que bastó para su inmediata detención y para exhibirla ante los medios con las evidencias del delito para que su imagen de la vuelta al mundo y la sociedad la fustigue, la señale, la estigmatice y desde luego la condene sin previo juicio.
Para ello, sí son eficaces las autoridades encabezadas por Román Alberto Cepeda Presidente Municipal de Torreón, lugar del ominoso evento donde podrá presumir que esa ciudad es segura porque detiene a mujeres embarazadas.
Una felicitación a los otros políticos, que algún día recordarán de dónde vinieron y que si en su infancia tuvieron alimento habrían de preguntarse la licitud del mismo.
Adiós al robo famélico, adiós al robo por hambre, adiós al robo por necesidad y bienvenida la era de la justicia patriarcal.