El cine de terror, más allá de ser un género destinado a provocar miedo y tensión, ha sido una herramienta fascinante para explorar el comportamiento humano, la psicología del crimen y las manifestaciones más profundas de la violencia. La criminología, como disciplina que estudia el crimen y sus causas, se entrelaza con estas representaciones, permitiéndonos ver en las películas de terror algo más que simples sustos; en ellas encontramos un espejo de nuestras preocupaciones sociales, miedos colectivos y una crítica a las estructuras que fomentan o perpetúan la violencia.
El asesino como monstruo y como figura social
Uno de los temas más recurrentes en las películas de terror es el asesino serial. Películas como Halloween (1978) o Psicosis (1960) nos presentan al asesino como una figura casi mitológica, un monstruo que encarna el mal absoluto. Desde la perspectiva criminológica, estas representaciones suelen estar arraigadas en conceptos de la teoría de la desviación, donde el criminal es visto como alguien que ha roto con las normas sociales y morales de manera irremediable.
Sin embargo, detrás de estos personajes muchas veces encontramos una historia de trauma, abuso o alienación social que los ha llevado a cometer actos violentos. En películas como The Texas Chainsaw Massacre (1974), el villano no es simplemente un asesino, sino una víctima de un entorno de marginalización y abandono. La criminología explora estas dinámicas, analizando cómo la falta de oportunidades, el entorno familiar disfuncional y las condiciones socioeconómicas adversas pueden influir en el comportamiento violento.
La figura del asesino en serie en el cine de terror también refleja una fascinación cultural con el mal. En la criminología, este interés puede vincularse con teorías como el “lado oscuro de la humanidad”, donde se plantea que la violencia es una parte intrínseca de la experiencia humana, y que las películas de terror nos permiten confrontarla desde una distancia segura.
El miedo como control social
Las películas de terror no solo se centran en el asesino como individuo, sino también en el miedo como mecanismo de control social. Películas como The Purge (2013) o Hostel (2005) exploran sociedades distópicas donde la violencia está institucionalizada o legalizada bajo ciertas condiciones, lo que plantea preguntas sobre cómo las estructuras de poder utilizan el miedo y la violencia para mantener el control.
En The Purge, se presenta una sociedad donde una noche al año todo crimen, incluido el asesinato, es legal. Aunque es una premisa extrema, toca temas que son profundamente relevantes para la criminología, como la legitimación de la violencia por parte del Estado y la relación entre desigualdad social y crimen. En la vida real, los criminólogos estudian cómo las sociedades autoritarias o altamente desiguales pueden generar entornos donde la violencia es tolerada o incluso incentivada para mantener el status quo.
Estas películas reflejan una preocupación creciente sobre el uso del miedo para justificar políticas de control más estrictas, una tendencia que ha sido estudiada por criminólogos en contextos de políticas de mano dura o guerra contra las drogas. El miedo al crimen, alimentado por los medios y el cine, se convierte en una herramienta poderosa que puede ser utilizada por los gobiernos para implementar medidas represivas.
La víctima: inocencia y desprotección
El rol de la víctima en las películas de terror también es un reflejo de dinámicas criminológicas importantes. Las películas de slasher, por ejemplo, suelen presentar a las víctimas como jóvenes, vulnerables y a menudo desprevenidos, lo que alimenta una narrativa donde el peligro acecha en cualquier esquina. En A Nightmare on Elm Street (1984), los adolescentes son el blanco de un asesino que invade sus sueños, lo que plantea la cuestión de la vulnerabilidad juvenil frente a la violencia.
Desde la criminología, la victimología se enfoca en estudiar a las víctimas del crimen, las circunstancias que las hacen vulnerables y el impacto del crimen en sus vidas. En el cine de terror, las víctimas a menudo representan las fragilidades humanas más universales: la juventud, la inocencia y la falta de protección. Estas representaciones, aunque a menudo simplificadas o exageradas, invitan a la reflexión sobre el papel de las instituciones de seguridad, la prevención del delito y la falta de mecanismos efectivos para proteger a los más indefensos.
La sociedad en ruinas
Otro aspecto clave que el cine de terror comparte con la criminología es la representación del crimen como un agente de caos social. Películas como 28 Days Later (2002) o The Walking Dead (2010) exploran sociedades postapocalípticas donde las instituciones de control han colapsado y el crimen y la violencia son la norma. En estas narrativas, la ley y el orden se han desmoronado, y los personajes se ven obligados a navegar por un mundo donde la moralidad es fluida y la supervivencia es lo único que importa.
Desde la criminología, estas representaciones se pueden entender a través de teorías como la anomia de Robert K. Merton, que sostiene que cuando las estructuras sociales fallan en proporcionar los medios adecuados para alcanzar los objetivos socialmente valorados, las personas pueden recurrir al crimen. En estas películas, la falta de un sistema legal efectivo y la desesperación generalizada crean un caldo de cultivo perfecto para la delincuencia desenfrenada.
Además, este subgénero de terror a menudo plantea preguntas sobre la naturaleza humana. ¿Es el crimen un producto de la sociedad o es inherente al ser humano? ¿Qué sucede cuando las normas y reglas que nos gobiernan desaparecen? Estas cuestiones han sido objeto de debate dentro de la criminología durante décadas, y el cine de terror proporciona un espacio para explorar estas preocupaciones en un contexto extremo.
La criminología y el género en el cine de terror
Otro tema recurrente es cómo las películas de terror abordan las relaciones de género. Las protagonistas femeninas suelen ocupar el papel de víctimas, pero también a menudo se les da la oportunidad de ser las heroínas que derrotan al villano, como es el caso de personajes como Laurie Strode en Halloween o Ellen Ripley en Alien (1979).
Desde la criminología, el enfoque de género es fundamental para entender el crimen y la violencia, y las películas de terror ofrecen un campo fértil para analizar cómo se representan las dinámicas de poder entre hombres y mujeres. En algunos casos, las protagonistas femeninas subvierten los estereotipos de género, pero en otros, las películas perpetúan la victimización femenina y el control masculino a través de la violencia. Este enfoque se puede vincular con teorías criminológicas feministas que analizan cómo la violencia de género es una manifestación de las estructuras patriarcales.
El cine de terror, aunque a menudo desestimado como entretenimiento escapista, es una poderosa herramienta para explorar los aspectos más oscuros de la naturaleza humana y la sociedad.