
En México, decir que ser mujer es un riesgo no es un discurso exagerado.
Es una verdad que se grita en cada desaparición, en cada feminicidio, en cada silencio incómodo de la justicia.
La historia de Cecilia Monzón no es solo la historia de un crimen.
Es la historia de cómo la violencia de género se disfraza de rutina, de cómo el poder político puede ser cómplice del miedo, y de cómo una sociedad a veces parece acostumbrarse a perder a sus mujeres más valientes.
¿Quién era Cecilia Monzón?
Cecilia no era una víctima anónima. Era abogada, activista, madre, defensora de los derechos humanos y de las mujeres.
Dedicó su vida a defender causas incómodas: denunciar a funcionarios corruptos, proteger a víctimas de violencia familiar, acompañar a mujeres que querían recuperar su voz.
En pocas palabras: Cecilia era una mujer que no se callaba.
Y eso, en un país como México, donde el silencio a veces es el precio de la supervivencia, tiene un costo muy alto.
El día que quisieron borrar su historia
El 21 de mayo de 2022, en San Pedro Cholula, Puebla, dos hombres en motocicleta la siguieron y le dispararon a plena luz del día.
No fue un robo. No fue una equivocación. Fue un feminicidio planeado, orquestado, premeditado.
Meses después, la Fiscalía revelaría lo que muchas ya intuían:
Javier López Zavala, ex pareja de Cecilia y ex candidato a gobernador, era señalado como autor intelectual del crimen.
El feminicidio de Cecilia no fue producto de la casualidad. Fue el resultado de un entramado de poder, misoginia y violencia que pensó que eliminándola silenciarían también sus causas, sus denuncias, su coraje.
¿Qué significa esto para México?
Cada vez que una mujer como Cecilia Monzón es asesinada, no solo muere una persona.
Muere parte de nuestra capacidad de exigir justicia. Muere parte de la confianza en las instituciones. Muere un pedazo de la esperanza colectiva. Y lo más doloroso: cada asesinato como este reafirma la impunidad como norma.
Porque si un crimen así de brutal puede ocurrir a plena luz del día, en una zona urbana, y ser planeado desde las altas esferas del poder, ¿qué mensaje recibe el resto de las mujeres que luchan todos los días?
Justicia tardía… justicia incompleta
Hoy, Javier López Zavala enfrenta proceso penal por su presunta responsabilidad en el feminicidio.
La familia de Cecilia, sus amigas, sus compañeras de lucha, no han dejado de exigir que el proceso sea limpio, ágil y ejemplar.
Pero la justicia que llega años después, que se dilata en expedientes interminables, que se pierde entre trámites, no es justicia plena.
Porque cuando una vida se apaga de forma violenta, no basta con una sentencia.
La verdadera reparación exige también memoria, exige verdad, exige cambios reales en el sistema que permitió que algo así sucediera.
Cecilia Monzón no puede ser olvidada
Hoy, cada vez que se menciona su nombre, no se está hablando solo de un caso aislado.
Se está hablando de la deuda histórica que México tiene con sus mujeres.
De la urgencia de entender que el feminicidio no es solo un asesinato: es un crimen que busca callar a las mujeres por atreverse a existir con voz propia.
Por eso, recordar a Cecilia Monzón no es un homenaje vacío. Es un acto de resistencia, porque si su voz fue acallada por la violencia, nuestra obligación es que su lucha siga resonando.
Hasta que ser mujer deje de ser un acto de valentía.
Hasta que la justicia deje de llegar tarde.
Hasta que ninguna otra tenga que cargar sola con el peso de vivir con miedo.
Mtro. Irving Arellano Regino. Abogado Penalista. Docente de la Facultad de Derecho
Fb: Irving Regino
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