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LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER COMO PARTE DE LOS USOS Y LA COSTUMBRE

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Liliana Baltazar Samayoa Pimentel
Psicóloga y Abogada.

Empecemos por definir a qué nos referimos cuando hablamos de usos y costumbres. Como parte del derecho consuetudinario, los usos y costumbres son considerados fuentes del derecho y pueden ser definidos como actos, derechos y obligaciones que se practican de forma general y frecuente entre los miembros de alguna determinada comunidad.

Son normas que tienen su origen en la vida cotidiana y representan una conducta repetitiva y generalizada dentro de una comunidad, vista como algo normal y por ello es aceptada como una obligación jurídica por todos los miembros que pertenecen a esa comunidad.

La costumbre que adquiere la categoría de jurídica se caracteriza por tener su origen en las conductas de los miembros, su reconocimiento y aceptación social no está supervisada ni está sujeta a un procedimiento determinado.

Nuestra Constitución reconoce y garantiza el derecho de los usos y costumbres entre los pueblos originarios dándole así autonomía y capacidad de decidir por sí mismos dentro de sus comunidades de manera libre y determinen las reglas de la convivencia y organización social de su vida interna, pero ¿Qué pasa cuando estás reglas son contrarias a los derechos fundamentalmente reconocidos en la misma Constitución?

Los usos y costumbres indígenas de algunas comunidades violentan los derechos humanos de las mujeres, porque a pesar de ser consideradas partes integrantes de la comunidad, no reciben los mismos tratos que los hombres y sus derechos no son respetados, la violencia familiar es parte de su vida cotidiana y dentro de sus comunidades sufren discriminación y son objeto de venta o intercambio cuando son menores de edad.

En nuestro país la discriminación es un fenómeno que se vive día con día, en el que las mujeres y niñas son las protagonistas principales de la victimización. La discriminación junto con la violencia masculina son un grave problema por su importancia y por la manera en la que se ha extendido socialmente.

Se manifiesta en las relaciones entre hombres y mujeres y no es exclusiva de un sector o clase social en especial, está presente en toda la comunidad; sin embargo, es más fácil localizarla en sectores más pobres, en especial en las familias de comunidades indígenas y rurales. (Jessica Patricia Gamiño)

La violencia y discriminación que se ejerce en contra de las mujeres se origina en la desigualdad que socialmente se reconoce entre los sexos y en cómo se construyen los modelos de masculinidad y feminidad (Torres, 2006).

Y es que la violencia que sufren las mujeres en las comunidades indígenas no es solamente por parte de una persona sino es la consecuencia de los usos y costumbres de toda una comunidad que apoya y legaliza ciertas formas de violentar los derechos de la mujer.

Cabe destacar que esta violencia que se da en comunidades indígenas se basa en un sistema que mantiene subordinada a la mujer. creando una situación de desigualdad impulsada por los hombres y legitimada por la comunidad misma.

No olvidemos que las mujeres indígenas tienen una desventaja todavía mayor porque se les discrimina por su origen étnico, lengua y estatus socioeconómico, por lo que estamos hablando de un grupo de mujeres enormemente vulnerables.

El tema de la violencia contra las mujeres derivado de los usos y costumbres en México ha sido un tema de diversos estudios sociológicos, psicológicos, jurídicos y antropológicos.

La realidad que más tristeza provoca es que la violencia está respaldada bajo la lógica de los usos y costumbres, lo que da como resultado que no se realicen denuncias y que las mujeres víctimas permanezcan en silencio.

Ya hablamos del ámbito jurídico en la violencia a la mujer como parte de los usos y costumbres de nuestro país, pero, ¿qué sucede desde la perspectiva psicológica?

Este tipo de violencia se dirige a minimizar el Yo y así provoca un desequilibrio. La finalidad es hacer sentir a la persona totalmente indefensa frente a los actos de violencia y una vez que lo logran, se produce un efecto de baja autoestima, sentimientos de miedo, ira, vulnerabilidad e indefensión ya que no existe protección de ninguna clase. Es frecuente que en muchas ocasiones se generan trastornos psiquiátricos como ansiedad, estrés postraumático, intentos de suicidio, entre otros.

El maltrato físico tiene como consecuencias no solo daños físicos como pueden ser las dificultades respiratorias, palpitaciones, sudoración, problemas urinarios, dolores de cabeza etc., sino también se presentan efectos psicológicos permanentes como el desánimo, alteraciones en el sueño, consecuencias en los hábitos alimenticios, entre otros.

Hablemos de la palabra “machismo” que está definido como la expresión que realza la importancia de las características masculinas sobre las femeninas y la ideología de que los hombres son superiores a las mujeres, siendo así un tema de desigualdad.

El machismo está conformado por conductas y creencias que fomentan, representan y fortalecen distintas formas de discriminar a las mujeres, basándose en las particularidades que son asignadas a los roles y a los estereotipos que definen lo masculino de lo femenino.

La característica principal del machismo es negar la idea de que la mujer sea igual al hombre, disminuyendo así la importancia que tiene en la sociedad y aceptando que las mujeres tienen menos capacidad para la toma de decisiones, para la participación en la política, líderes o profesionales competentes porque carecen de méritos propios.

Si ponemos atención, el machismo es una consecuencia de todas esas características que respaldan los usos y costumbres en las comunidades indígenas y que en las grandes ciudades no estamos tan distantes de ella porque a pesar de que las autoridades pregonan la igualdad de la mujer, en el seno de las familias está latente y oculta entre cuatro paredes.

Se ha tratado de ir disolviendo cada vez más este problema y generar una igualdad entre hombre y mujeres. Una de ellas es la promulgación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una vida libre de violencia en el año 2007 o las diversas asociaciones, institutos y grupos de apoyo que hay para todas las mujeres. Muchas mujeres comenzaron a sorprenderse al enterarse que ciertas situaciones que viven día a día en su vida ahora son consideradas como un delito.

Recordemos que los usos y costumbres no tienen un peso absoluto por lo que no pueden ser considerados derogatorios de derechos fundamentales, esto quiere decir que no pueden ser considerados como fundamento los usos y costumbres para extinguir los derechos fundamentales que contempla la Constitución o tratados internacionales y menos en la justicia penal y familiar que suele ensañarse con la mujer cuando se le señala de infidelidad.

Cuando en un proceso se mencionan los usos y costumbres es necesario ser acreditados e indicar si esos usos y costumbres son reales, su ámbito de aplicación y las consecuencias que tienen pero, sobre todo, su compatibilidad con el marco jurídico constitucional y convencional.

Es de suma importancia conocer y difundir el contenido de nuestras leyes para dar a conocer los derechos de las mujeres y erradicar la violencia contra las mujeres.

La infancia es una etapa esencial para adquirir valores de respeto y de igualdad, para desarrollar una actitud crítica frente a las desigualdades y la violencia hacia las mujeres. Asumamos la responsabilidad social de promover cambios en la sociedad para lograr la equidad entre hombres y mujeres. Evitemos que las sigan matando.

Liliana Baltazar Samayoa Pimentel

Psicóloga y abogada.

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