En México, como en otras tantas latitudes a través de la historia, las mujeres han ido librando las batallas necesarias para lograr el reconocimiento, la aceptación y el respeto de sus derechos en igualdad con respecto al sexo masculino. No obstante, pese al vertiginoso ascenso de la presencia femenina en los diferentes ámbitos y espacios públicos, se percibe aún una brecha distante entre géneros y posicionamientos; es decir, aunque existe un innegable crecimiento y desarrollo de la mujer en la vida académica y profesional, ello no ha implicado su ascenso a las más altas cúpulas jerárquicas o, por lo menos, eso es lo que reflejan los números.
Pero, ¿Qué ocurre? ¿A qué razones obedece este fenómeno? ¿Existe un algo invisible contra el que se choca y que no permite continuar el crecimiento?
Para intentar dar respuesta a los cuestionamientos anteriores, entre otros tantos, la literatura moderna ha adoptado la expresión “techos de cristal”, la cual tiene su origen el 24 de mayo de 1978 y es pronunciada por primera vez por Marilyn Loden, -especialista norteamericana en recursos humanos en la industria de las telecomunicaciones-. Ella hace uso de tal metáfora para poner en evidencia los diversos impedimentos “invisibles” a los que se enfrenta una mujer profesionalmente preparada, es decir, restricciones y obstáculos cultural e institucionalmente arraigados.
Así, el techo de cristal es la representación simbólica de las barreras silenciosas -pero firmes y reales- que impiden el crecimiento vertical y la permanencia de las mujeres en puestos gerenciales, o bien, en cualquier otro que implique la toma de decisiones de importancia.
¿Qué pasa con las mujeres profesionalmente preparadas en México? ¿Qué ocurre con la sociedad? Resulta que a pesar de que numéricamente (según los datos del Sistema Nacional de Información de Estadística Educativa de la Secretaría de Educación Pública) las mujeres vayan más o menos a la par que los hombres en cuanto a preparación universitaria se refiere (dependiendo de la entidad federativa las cifras varían, pero la tendencia a la igualdad numeral es más o menos constante), esto no significa que, a la hora de revisar los puestos de mayor responsabilidad, importancia o liderazgo en el mundo laboral, encontremos esa misma similitud.
Se puede observar que tanto en las esferas corporativas, políticas, sociales, científicas, académicas, deportivas y culturales de nuestro país, no existe una real paridad de género en los diversos puestos directivos.
Si se realiza una búsqueda rápida a través de internet sobre mujeres destacadas en México, se podrá encontrar, en primera instancia, con el listado de Forbes “Las 100 mujeres más poderosas en México en 2021”, la cual está conformada por reconocidos nombres en materia de defensa de los derechos humanos, feministas, académicas, filántropas, activistas, politólogas, escritoras, cineastas, CEOs, médicas, científicas y deportistas.
Se debe reconocer que no todas las luchas son desde la misma posición, pues existen mujeres que en condiciones de mayor vulnerabilidad, tales como la pertenencia a un grupo étnico, en situación de pobreza, sin acceso a la mejor educación y quizá en el seno de una familia conservadora, perseveran por marcar la diferencia en sus comunidades; y, aunque es muy probable que sus nombres no queden plasmados en los libros de historia, en su tiempo y lugar serán de trascendencia, sirviendo como ejemplo e inspiración para la sociedad.
Por otro lado, centrándonos en el campo jurídico en México, tenemos mujeres con gran trayectoria académica y profesional que han ido labrando el camino para generaciones presentes y futuras. Por mencionar sólo a algunas, podríamos citar a Socorro Flores Liera, primera jueza mexicana en la Corte Penal Internacional; Yasmín Esquivel Mossas, Ministra número doce en la historia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; Olga Sánchez Cordero, ex ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y actual Secretaria de Gobernación; Rosa Elena González Tirado, actual Consejera de la Judicatura Federal; Zulema Mosri Gutiérrez, Magistrada de la Sala Regional en el Tribunal Federal de Justicia Administrativa; Perla Gómez Gallardo, ex presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México; Verónica Román Quiroz, especialista en derecho penal y capacitadora del nuevo Sistema de Justicia Penal; Margarita Zavala, ex candidata presidencial; y, Ernestina Godoy Ramos, actual Fiscal General de Justicia de la Ciudad de México.
Si bien parece que en México contamos con abogadas que gozan de una amplia trayectoria y un excelente posicionamiento en la esfera pública, sería interesante conocer el comparativo con el sexo masculino y, particularmente, como lo plantea el título de esta columna, ¿Qué hay de los techos de cristal y el derecho penal en México? es decir, ¿Cuáles son los obstáculos que han tenido que sortear para llegar a ocupar esos puestos y que, a la fecha, se siguen sorteando por otras tantas penalistas?
Abogadas, pensadoras, escritoras o cualquiera otra profesionista, van peleando varias batallas a la vez en su desarrollo: las propias de su área y las que tienen que ver con su medio circundante y las que se les atribuyen en razón de su sexo.
Hasta este momento se vieron sólo unos cuantos nombres de reconocidas abogadas mexicanas, para la siguiente entrega se ahondará en las dedicadas al derecho penal, rama del derecho que –tradicionalmente- se había venido considerando como exclusiva para varones.
Mtra. Imelda Nathaly González Guevara
Maestra en Derecho, Profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México.
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