Hace una semana que en Europa o, mejor dicho, en un parque de Annecy (Francia), la sociedad francesa fue víctima de un intento de asesinato múltiple, con el uso de un cuchillo. En este “intento” de asesinato, dejaron seis víctimas directas de las cuales cuatro eran niños, quienes estuvieron a punto de ser asesinadas por un individuo llamado Abdalmasih H., de origen sirio y refugiado en Europa desde hace varios años.
Las motivaciones de este ataque tienen todavía todos los interrogantes posibles, debido a que el agresor no ha ofrecido ningún tipo de aclaración o justificación del por qué ha intentado asesinar a esas personas en un parque. Este ya ha sido expuesto a diferentes entrevistas psiquiátricas, donde se confirma que el agresor presenta un estado óptimo para ser detenido y puesto a disposición judicial hasta que se realice el juicio. De hecho, actualmente se encuentra en prisión preventiva a la espera de desarrollar todas las diligencias oportunas y llevar a cabo el juicio.
Por otro lado y como indican los psiquiatras, aunque el agresor no presente ningún tipo de psicopatología que lo exima para un juicio, no se descarta que sufra de alguna enfermedad. Sin embargo, el medio electrónico “EMOL”, en una entrevista realizada a su madre, expone que su hijo huyó de Siria por la guerra civil y que se desplazó a Suecia solicitando asilo y, posteriormente, la nacionalidad sueca. A pesar que la solicitó con su mujer, a ella sí se la dieron, mientras que a él no.
Asimismo, el agresor estuvo en una profunda depresión al recibir tantas negativas por parte de los diferentes Estados e instituciones públicas. Del mismo modo, los últimos meses estuvo residiendo en una iglesia hasta lo sucedido la semana pasada. Pero ¿justifica y legitima el ataque múltiple? Evidentemente no, pero entendemos que como sociedad o, mejor dicho, como Estado, queremos jugar a la democracia y la defensa de los derechos fundamentales, tenemos que valorar otros factores de riesgo, que puedan desencadenar una amenaza o riesgo mayor, como puede ser lo sucedido en Annecy.
Con esto no estoy justificando los hechos, ni mucho menos defendiéndolo. En realidad, todo lo contrario. Es decir, como criminólogo y como analista en terrorismo internacional, defiendo en todo momento a la persona que le han obligado a ponerle un cartel de víctima. En especial, las que vienen con justificaciones y legitimizaciones por parte de un individuo o grupo criminal. Pero, en este caso, la cosa va más allá.
Hace unos meses, exactamente el 25 de enero de 2023, Algeciras sufrió un ataque que conmocionó a la localidad; del mismo modo, alertó a los diferentes profesionales de la seguridad. El autor de los hechos es Yassin Kanza, un joven marroquí de 26 años, inmigrante ilegal en España; en junio de 2022 fue detenido y se inició el trámite de expulsión fuera de las fronteras españolas y, con ello, enviado a su país. Pero eso nunca llegó a pasar.
El caso es que Yassin Kanza presentaba un perfil psiquiátrico inestable, esto es, que tenía una conducta agresiva contra las mujeres españolas que no llevaran puesto hiyab e, incluso, atacaba verbalmente a las mujeres musulmanas que no lo llevaban correctamente. No obstante, el perfil psiquiátrico inestable ya lo traía desde Marruecos. Además, en una entrevista a los compañeros de piso en una vivienda ocupada, exponen que Yassin llevaba pocos meses que estaba agresivo, consumía videos y contenido multimedia. Pero esa agresividad, las diferentes amenazas que ofrecía a toda persona no musulmana, la falta de predicción o inactividad del personal competente, llevó a que atacara las parroquias de San Isidro y La Palma, donde mató a David Valencia, el sacristán de la segunda iglesia, y dejó malheridas a otras cuatro personas, entre ellas un sacerdote.
¿A dónde quiero llegar con todo este monólogo? ¿Es que toda persona procedente de África u Oriente Medio puede cometer un atentado terrorista? Por supuesto que no, debido a que estaría haciendo apología de la ignorancia y la Islamofobia. Por lo que estaríamos alimentando las narrativas y propagandas del radicalismo yihadista y, por otro lado, a la extrema derecha con su discurso populista, la cual busca votos a través del odio hacia las minorías.
En el caso de Daesh o Al Qaeda, siempre nos han llevado ventaja en todos los ataques que han hecho y las miles de personas que han radicalizado en occidente. Es decir, han sabido usar la tecnología y las redes sociales para difundir un mensaje que ha sido captador para ciertos individuos. En el caso del terrorista yihadista en Algeciras, se autoradicalizó en cuestión de meses él mismo, presentaba una conducta evidente, la cual puede llegar a inferir que ese es un perfil de riesgo.
Asimismo, el perfil psiquiátrico puede que sirva como potenciador de ese proceso de radicalización, por lo que ¿era posible evitar el ataque de Algeciras? Sabiendo que Daesh promueve los ataques «low cost» y ahí hace apología de que es un enemigo asimétrico, añadiendo que estamos en un nivel de alerta 4 en España; creo que estamos bajando la guardia.
En adición, que desde el propio Poder Ejecutivo se deben brindar las herramientas, presupuestos y apoyo logístico en la prevención de este tipo de acciones, en especial si queremos ofrecer asilo o refugio a las personas que huyen de un conflicto bélico, político y social, y buscan una mejora en sus vidas. Creo que la pandemia debe ser un punto de inflexión, debido a que hemos visto que el aislamiento ha llevado a una nueva amenaza, que es la salud mental, la cual puede acabar en el suicidio o, incluso, en personas autoradicalizadas ¿Por qué no desarrollamos planes de actuación? O, mejor dicho, ¿por qué no implementamos planes de prevención y detección?
Para concluir quiero citar a un gran profesional y amigo, David Garriga Guitart, quien expone que los factores de riesgo o indicadores de vulnerabilidad pueden variar según el lugar, el momento, el sexo y la edad de los candidatos por radicalizar; pero estos pueden sufrir una crisis de identidad, agravios sociales, que no vean alternativas a su situación y, por ello, se genere un cimiento de odio y frustración.
Además de la necesidad de pertenencia a un cierto colectivo o sociedad. Es decir, que en el presente paradigma dentro de la seguridad, la sociedad también tiene una responsabilidad y, por ello, también el Poder Ejecutivo de cada Estado; en especial si queremos salvaguardar un bien jurídico tan valioso, como es la vida humana y que esta no sea privada de sus libertades.
Cristian Rodríguez Jiménez
Criminólogo. Analista en Terrorismo Internacional y Crimen Organizado. Delegado en Chile de CISEG.
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