Desde el atentado en 2001 en Nueva York, Occidente ha sido sometido a diversas agresiones por grupos armados que justificaban su lucha contra los infieles. El ataque a las Torres Gemelas en el World Trade Center marcó el inicio de una nueva etapa en la sociedad y en la lucha contra el radicalismo “islamista”, que utiliza una narrativa de radicalización donde Occidente es el principal enemigo.
Sin ir más lejos, el objetivo del terrorismo de etiología yihadista es una fenomenología en la que han interpretado el libro sagrado con el fin de volver a los orígenes del Islam y restaurar el Califato. Para ello, utilizan una narrativa inteligentemente preparada para reclutar adeptos y atacar a Occidente en pos de su objetivo.
Por esa misma razón, vemos que este tipo de fenomenología y su radicalización deben ser tratadas y contrarrestadas con hechos. En este caso, no podemos usar la fuerza física y las armas para combatir, sino más bien aplicar una acción preventiva.
Por lo tanto, el objetivo principal de la prevención primaria es evaluar factores de riesgo y ofrecer una narrativa contrapuesta que interfiera con su comunicado. Así, el individuo en proceso de radicalización cuestionaría el mensaje que le están dando, evitando así males mayores e incluso un detrimento de su propia vida.
Existen elementos de riesgo observables que pueden ayudarnos a detectar un proceso de radicalización en diferentes individuos, pero esto se desviará del objeto de este artículo. Dado que estas líneas se centrarán en cuestionar conceptos utilizados por el terrorismo de etiología yihadista, que además han sido malinterpretados en Occidente. Así que, podemos ayudar en su adoctrinamiento.
La prevención debe ser nuestra principal arma contra la violencia ejercida por este tipo de individuos. Por eso existen múltiples asociaciones como CISEG (Comunidad de Inteligencia y Seguridad Global), que defienden la inversión de recursos en prevención a través de la formación en diversos ámbitos sociales.
En los diferentes sectores sociales, se busca llegar a un público más amplio que los medios de comunicación o las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado. También se incluyen actores sociales que trabajan con la ciudadanía para ofrecerles conocimientos y herramientas sobre los signos de radicalización y cómo revertirlos en etapas tempranas.
Sin embargo, en lo que nos compete en este momento, se desarrollarán unas líneas que explicarán el concepto de Yihad, el cual los mismos yihadistas han adoptado y utilizan para denominar y justificar sus acciones.
El concepto de Yihad se centra exclusivamente en la creencia de los musulmanes, en la cual se profesan los cinco pilares: la profesión de fe, la oración, el zaqat o limosna, el Ramadán o la peregrinación a la Meca. Pero desde la perspectiva del yihadismo, se añade otro elemento.
El criminólogo David Garriga expone en su libro “Yihad ¿Qué es?” (2015) este mismo concepto, realizando un análisis y explicación de esta fenomenología. Para ello, expone que desde una perspectiva radical y violenta, el yihadismo añade los cinco pilares del Islam mediante el uso de la violencia, lo que añadiría una justificación en un sexto pilar.
Sin embargo, esta definición ha sido interpretada en Occidente en las últimas décadas, relacionándola con el terrorismo de etiología yihadista. Dentro de este radicalismo, se han adueñado del concepto de yihad, relacionándolo con la guerra santa, es decir, el uso de la violencia contra los infieles, entendidos como todo individuo que no practique la fe musulmana.
Pero la terminología correcta de “guerra santa” se desvincula completamente de la utilizada por el terrorismo de etiología yihadista. Este le otorga un significado que busca la autosuperación de las dificultades que puedan surgir durante el trayecto del individuo.
La interpretación más extendida del término yihad es el esfuerzo para alcanzar la propia perfección en el camino hacia Dios y la lucha contra el egoísmo. Además, Garriga (2020) expone que esta definición ha sido aplicada dentro del concepto de guerra santa. Sin embargo, podemos encontrar diferentes ideólogos que proponen diversas definiciones.
Entre estos podemos diferenciar dos bandos: aquellos que buscan la defensa del Islam mediante el uso de la fuerza, y aquellos que tratan de ofrecer un mensaje totalmente opuesto al yihadismo.
En otras palabras, en el Corán, el significado de guerra se utiliza en el contexto de la guerra defensiva. Aunque esto no impide que otros ideólogos defiendan el mismo concepto de guerra santa. Por ejemplo, el ideólogo Ibn Taymiyya emitió una fatwa en la que expone el deber de combatir contra las sectas islamistas que incumplan alguno de los pilares.
Dentro de las definiciones radicales, Mawlana Sayyid Abu al-Mawduli aprueba la yihad bélica para eliminar los demás sistemas del mundo. Por lo tanto, no diferencia entre la yihad ofensiva y defensiva. Además, cree que todo individuo que no responda ante la yihad debe ser considerado un no creyente. Por otro lado, Hassan al-Banna defiende la idea de resucitar el califato islámico sobre todas las naciones y con el objetivo de extenderlo en todo el planeta.
En cambio, otros ideólogos defienden una posición opuesta a los ideólogos mencionados anteriormente. Muhammad Abduh aboga por el diálogo entre las tres religiones monoteístas: la musulmana, la cristiana y la judía. Como se mencionó en la definición correcta de guerra santa, expone el esfuerzo por superar las dificultades de todos los musulmanes y defender la verdad y la difusión del Islam con el alma y los bienes, nunca con las armas y la agresión.
Abdelazziz al-Tha’alibi basó su creencia en defender que el musulmán debe tener virtudes, entre ellas la tolerancia. Por lo tanto, defendía una posición de la yihad como esfuerzo individual. En conclusión, la yihad es el esfuerzo en el camino hacia Dios, buscando el esfuerzo espiritual hacia la propia perfección y la lucha contra el egoísmo. Es decir, una lucha no violenta y siempre en legítima defensa.
Dentro de este concepto de Yihad, podemos distinguir dos tipos. La Gran Yihad se enfoca en el esfuerzo por lograr una vida espiritual y armónica, luchando contra las fuerzas del mal presentes en cada uno y tomando medidas en contra de las injusticias como la pobreza, el hambre y la desigualdad, entre otros. Por otro lado, la Pequeña Yihad busca el esfuerzo por expandir el islam por el mundo a través de cualquier actividad.
Sin embargo, debido a los años de terrorismo que Occidente ha experimentado, el concepto descrito a lo largo de estas líneas se ha convertido en una palabra tabú. Como describe Garriga (2015), la palabra yihad dentro del contexto de guerra describe exclusivamente las batallas dirigidas contra los infieles, los no musulmanes.
Esto se debe a que el Corán no admite la lucha entre musulmanes, excepto en respuesta a una agresión para defender valores o evitar males mayores. La fuerza se utiliza como último recurso y no para ejercer violencia contra individuos o grupos específicos.
Además, siempre que se aplique una acción bélica, esta debe cumplir una serie de condiciones. Entre estas encontramos: está prohibido matar a no combatientes, a niños y mujeres, aunque existe la excepción si participan en la batalla; está prohibido matar a monjes, ermitaños, personas religiosas, comerciantes y mercaderes.
También se prohíbe torturar y mutilar a los enemigos, solo se puede matar a un hombre con espada o flechas, están prohibidas las armas de fuego, no se pueden talar árboles frutales ni sacrificar ganado a menos que sea para consumo en el mismo día, y está prohibido destruir edificios aunque estén deshabitados.
En conclusión, nos encontramos ante una batalla en la que no hay ganadores. Por lo tanto, debemos trabajar para reducir el número de víctimas activas y pasivas. Debemos comprender que gran parte de los combatientes radicalizados han sido objeto de una manipulación sutil con base empírica. Por lo tanto, llevan a cabo un ensayo y error a lo largo de décadas, perfeccionando su metodología con el tiempo.
Es cierto que, aunque estos combatientes radicalizados sean detenidos y enfrenten el sistema judicial, deben ser juzgados por sus acciones. Sin embargo, también se les debe ofrecer terapia de desradicalización durante su proceso de reinserción. Muchos de ellos toman conciencia del camino que han elegido cuando ya están en el frente de batalla. Por lo tanto, experimentan un choque de realidad que los hace cuestionar todo su proceso de radicalización.
Por otro lado, como actores sociales, debemos seguir trabajando en desarrollar planes de prevención efectivos para aumentar la tasa de éxito y reducir el número de radicalizados. Debemos estar alerta para identificar indicadores de vulnerabilidad en los jóvenes y si presentan una serie de factores de riesgo que puedan predisponerlos a una radicalización progresiva.
En definitiva, debemos comprender el mensaje que los radicales fundamentalistas están difundiendo y la forma en que lo hacen. Estamos obligados a tener las herramientas necesarias para combatir el mensaje violento que ofrecen y entender dónde yace el error en la palabra y la manipulación en la sociedad.
Para concluir, quiero citar a Sun Tzu en “El arte de la guerra”: “Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo; en cien batallas, nunca saldrás derrotado. Si eres ignorante de tu enemigo pero te conoces a ti mismo, tus oportunidades de ganar o perder son las mismas. Si eres ignorante de tu enemigo y de ti mismo, puedes estar seguro de ser derrotado en cada batalla”.
Cristian Rodríguez Jiménez.
Criminólogo. Analista en Terrorismo Internacional y Crimen Organizado. Delegado en Chile de CISEG.}
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