Si bien es cierto, los abogados que estudiamos o ejercimos el sistema inquisitivo mixto, también conocido como tradicional, enfrentamos el cambio en el procedimiento penal mexicano que trajo consigo una serie de retos y desafíos de gran magnitud. Por un lado, era necesario e indispensable actualizarse para comprender los principales cambios en la normativa, como la reforma constitucional en materia de derechos humanos, amparo y la unificación de códigos, entre otros.
Sin embargo, el mayor reto, que de cierta manera fue determinante para los abogados de la vieja escuela y los forzó a cuestionarse si debían “renovarse o morir”, era la nueva práctica dentro del procedimiento. Esta no solo implicaba, como mencioné previamente, conocer la normativa, sino también adaptarse a la forma en que los sujetos procesales debían actuar en un proceso penal de corte acusatorio.
Me refiero específicamente a las destrezas, habilidades y competencias de litigación que ahora debían demostrar los abogados postulantes, representantes sociales o defensores públicos en las audiencias preliminares y el juicio oral. Este último, aunque importante, no es el objetivo principal del procedimiento.
En este contexto, surgían desafíos adicionales, como dominar habilidades no solo de naturaleza jurídica, como la oratoria y la argumentación, sino también conocer técnicas de interrogatorio, contrainterrogatorio, manejo de la memoria, exposición de contradicciones, etc. Esta transición no era sencilla, dado que muchos venían de una formación académica que no prestaba atención a estas habilidades, ya que el sistema inquisitivo no las requería y, por ende, las universidades no las promovían.
Aunque hubo quienes aceptaron el reto de prepararse y adaptarse a esta nueva forma de litigio oral penal, no ha sido tarea fácil cambiar prácticas profundamente arraigadas. Estar en una sala de audiencias donde se requería no solo expresar las pretensiones de forma oral, sino también litigar y dirigir efectivamente una audiencia en el caso de los juzgadores, fue un cambio significativo.
Es importante mencionar, antes de profundizar en el tema, que como Andrés Baytelman y Mauricio Duce señalan acertadamente en su obra “Litigación penal, juicio oral y prueba”, esta disciplina dista mucho de ser una cuestión histriónica, como muchos creen debido a series o películas. Se trata, en cambio, de desarrollar una habilidad para llevar a cabo y preparar un ejercicio puramente estratégico.
Las técnicas de litigación oral comprenden un conjunto de habilidades destinadas a mejorar la calidad de la información presentada, especialmente durante el juicio oral. Esta herramienta principal del litigante involucra diversas acciones, como la construcción de la teoría del caso, la ejecución de un examen directo (interrogatorio) efectivo, un contraexamen (contrainterrogatorio), la presentación de pruebas materiales, objeciones y una exposición adecuada en los alegatos de apertura y cierre.
Hablando específicamente de los abogados postulantes, fiscales y defensores públicos, es fundamental conocer la utilidad y creación de una teoría del caso apropiada. Aun más importante es dominar la técnica para ejecutarla y comunicarla de manera efectiva para lograr sus objetivos según la parte que representen en el procedimiento.
En este sentido, la disciplina de la litigación proporciona herramientas para acercarse de manera estratégica no solo a una audiencia de juicio, sino a todas y cada una de las audiencias que conforman las etapas del proceso penal. Debemos recordar que la teoría del caso se desarrolla a lo largo del procedimiento, y aunque la audiencia de juicio es donde se aplican la mayoría de estas técnicas, se construye durante todo el proceso.
Una correcta utilización de estas técnicas nos beneficiará al examinar a nuestros testigos, al extraer información que fortalezca la credibilidad de la teoría del caso. En el contraexamen de los testigos de la contraparte, nos ayudará a revelar los defectos en su testimonio. Con peritos, nos permitirá introducir y usar pruebas materiales y documentales. Los alegatos de apertura nos brindarán la oportunidad de presentar nuestra versión y enmarcar la prueba que se presentará en el juicio.
Las objeciones, mecanismo para manifestar oposición a actividades que afecten derechos o pongan en riesgo las reglas del juicio, también son esenciales. Saber cuándo y cómo objetar es crucial; se realizan después de formular la pregunta al testigo y antes de que este responda. Estas deben expresar el motivo de la objeción, pero es importante utilizarlas estratégicamente para evitar debilitar nuestra teoría del caso.
Utilizar declaraciones previas, que son registros previos al juicio de imputados, denunciantes, testigos o peritos, es común. Se pueden usar para apoyar la memoria, superar o evidenciar contradicciones y solicitar aclaraciones pertinentes.
Si bien al principio estas técnicas pueden parecer complejas, la capacitación constante y la práctica son claves para dominarlas. Las simulaciones y ejercicios son fundamentales, ya que “para aprender a jugar, hay que jugar”.
Aunque muchos de nosotros fuimos formados bajo el sistema anterior que no promovía estas técnicas, considero que, con el tiempo y la labor de las instituciones educativas para actualizar sus programas académicos, así como de quienes estamos involucrados en la formación, estas prácticas se volverán comunes en el litigio penal. Esto fortalecerá la actuación de los abogados como operadores y administradores de justicia.
En conclusión, es cuestión de tiempo y esfuerzo. La simulación en las aulas es fundamental para que las futuras generaciones de abogados tengan un dominio completo de estas técnicas y enriquezcan el litigio penal, ya sea como operadores o administradores de justicia.
Zulene Yazmin Barrientos Salinas.
Licenciatura en Derecho por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ)
Maestrante en Derecho Procesal Penal y Juicios orales
Catedrático de la Licenciatura en Derecho de la Universidad Tecmilenio Campus Las Torres, Mty. N.L.
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