
El reciente caso de Rodolfo “Fofo” Márquez, influencer mexicano, declarado culpable de tentativa de feminicidio, no solo pone en evidencia la brutalidad de la agresión cometida, sino también las profundas desigualdades y violencias de género que persisten en nuestra sociedad. Este incidente se convierte en un símbolo de cómo el privilegio, el machismo y la impunidad confluyen en un sistema que continuamente vulnera los derechos de las mujeres.
En febrero de 2024, Márquez agredió físicamente a Edith N., una mujer de 52 años, en un estacionamiento en Naucalpan, Estado de México, tras un accidente menor en el que la víctima rozó el espejo retrovisor de su vehículo. Según los informes, Márquez la golpeó y pateó repetidamente, en un acto de violencia desproporcionado que refleja no solo un desprecio absoluto por la integridad de la mujer, sino también el abuso de una posición de poder y privilegio.
El caso de Márquez no es un evento aislado, sino parte de una cadena de violencia de género que permea todos los niveles de nuestra sociedad. Aunque suele asociarse la violencia contra las mujeres con condiciones de pobreza o marginación, este caso muestra cómo el machismo no discrimina clases sociales. Márquez, conocido por ostentar su riqueza y estilo de vida en redes sociales, representa una figura de poder que, al igual que otros hombres con privilegios, siente que la impunidad es una extensión de su status.
La sentencia por tentativa de feminicidio, basada en la perspectiva de género, marca un precedente importante. La jueza encargada reconoció que la agresión no solo fue un ataque físico, sino también un acto que denota odio, desprecio y discriminación hacia una mujer por su género. Este análisis judicial es crucial en un país donde los feminicidios y la violencia de género son una constante y donde las víctimas suelen enfrentar obstáculos para obtener justicia.
Sin embargo, la mera aplicación de una sanción penal no resolverá el problema de fondo. Es necesario un cambio estructural que pase por la educación y la transformación cultural. La violencia de género tiene raíces profundas en la normalización de las actitudes machistas, que comienzan desde la infancia y se refuerzan en espacios como los medios, las redes sociales y las dinámicas familiares. Sin una inversión seria en programas de educación con perspectiva de género, estas agresiones seguirán repitiéndose.
En este contexto, la figura de los influencers cobra una relevancia especial. Márquez es parte de una generación de figuras públicas que basan su fama en la exhibición de excesos y conductas irresponsables, sin asumir las consecuencias de su impacto social. Los influencers no solo son individuos con una gran base de seguidores; también son modelos de comportamiento para millones de jóvenes. En este caso, Márquez mostró cómo el machismo y la violencia se disfrazan de “poder” y se validan en los espacios digitales. Es hora de exigir responsabilidad social a quienes tienen estas plataformas y asegurar que sus mensajes promuevan respeto, igualdad y justicia.
Por otro lado, los medios de comunicación desempeñan un papel crucial en cómo se construye la narrativa en torno a la violencia de género. En casos como este, es indispensable evitar el sensacionalismo o la revictimización, y, en cambio, abordar el tema con una perspectiva que visibilice la gravedad de la problemática. Los medios tienen la capacidad de influir en el debate público y, por ende, deben asumir la responsabilidad de hacerlo desde una postura que contribuya al cambio social.
El caso de Márquez también expone la polarización social en torno a estos temas. Mientras que algunas personas han exigido justicia y señalado la gravedad de la agresión, otras han minimizado los hechos o incluso culpado a la víctima. Esta división evidencia la persistencia de creencias machistas y la urgente necesidad de promover una cultura de respeto e igualdad.
Aunque en este caso la justicia actuó con celeridad y firmeza, muchas mujeres en México no tienen la misma suerte. La impunidad sigue siendo un problema estructural en el sistema judicial, y muchas víctimas de violencia de género no ven que sus agresores sean llevados ante la justicia.
El caso de “Fofo” Márquez es un recordatorio de las profundas desigualdades que enfrentan las mujeres y de la necesidad de una transformación radical en nuestras instituciones, narrativas y comportamientos. No es suficiente castigar al culpable; debemos comprometernos como sociedad a prevenir la violencia de género desde sus raíces.