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La nada existe: Esterilidad política como origen del totalitarismo

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Este texto plantea una tesis rigurosa que discute tanto las interpretaciones clásicas del totalitarismo como las nociones contemporáneas de subjetividad política. A partir de una lectura crítica de las condiciones que permiten el ascenso de formas autoritarias de gobierno, se sostiene que la fuente del totalitarismo no radica exclusivamente en el exceso de pasión política o en la imposición de un aparato ideológico, sino en una forma estructural de abstención: la esterilidad política.

Esta tesis no apela a la invención conceptual, sino a la sistematización de una intuición compartida por numerosos pensadores a lo largo de la historia: que el vacío producido por la retirada de los sujetos de la esfera política es el medio más propicio para el establecimiento de regímenes totalitarios.

Dicha reflexión adquiere particular urgencia ante el contexto político actual en México: tras la realización de la reforma judicial y la elección de jueces y magistrados por voto popular, así como ante la anunciada transformación estructural de las fiscalías y las crecientes acciones de censura hacia críticos y medios de comunicación. Estos procesos, presentados como ajustes democráticos, podrían derivar en una reconfiguración centralista del poder si no son acompañados por una participación ciudadana crítica, informada y activa.

I. La Nada como categoría política

La nada, en su formulación ontológica clásica, fue negada por Parménides y solo posteriormente reelaborada por Heidegger como condición de posibilidad del Dasein. No obstante, este trabajo propone una relectura no metafísica sino política de la nada: la nada como campo desocupado por la voluntad ciudadana.

Se trata de un vacío operativo que no remite a la inexistencia, sino a la suspensión estructural de la acción colectiva. En este sentido, la nada no es ausencia absoluta, sino forma negativa de presencia política. En México, este vacío se manifiesta en el desinterés generalizado por el funcionamiento de las instituciones de justicia y el desmantelamiento progresivo del debate público sobre la autonomía judicial y ministerial.

II. Esterilidad política: forma negativa de la agencia

Por esterilidad política entendemos la incapacidad autoinducida o estructural para generar acción, articulación o proyecto dentro del espacio público. Esta forma de inacción, que no debe confundirse con la neutralidad epistémica o la prudencia estratégica, implica una cancelación de la agencia histórica.

Hannah Arendt, en Los orígenes del totalitarismo, identifica que los regímenes totalitarios no se afirman sobre sociedades movilizadas, sino sobre estructuras sociales previamente disueltas en la indiferencia y la atomización.

“El totalitarismo no necesita la fe de las masas, sino su vacío”. (Arendt)

Antonio Gramsci, desde otro registro, observa que la historia está estructuralmente determinada por los sectores que, sin intervenir, permiten su curso: “Odio a los indiferentes. La indiferencia es el peso muerto de la historia”.

La reforma judicial recientemente implementada en México, que introdujo la elección popular de jueces y magistrados, representa un punto crítico de esta tensión: la participación despolitizada o guiada por lógicas de mayorías sin contrapesos podría resultar funcional a proyectos de concentración del poder.

III. Homo sacer, el castrado y el indeciso: genealogía de la impotencia política

Giorgio Agamben conceptualiza al homo sacer como vida que puede ser eliminada pero no integrada sacrificialmente, una vida gestionada por el soberano sin inscripción en lo político. Esta figura puede ser articulada con otras dos instancias estructuralmente similares: el eunuco y el indeciso.

El eunuco representa el cuerpo que ha sido biológicamente neutralizado para eliminar su potencial de amenaza, mientras se le reserva una función instrumental dentro del aparato del poder.

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