Por Alberto Francisco Garduño[1]
Dedicado a todas las personas que siguen buscando justicia para sus hijas, madres y hermanas.
En mi opinión como profesional del derecho, no se debe olvidar que detrás de los escritos, oficios, carpetas, tocas, declaraciones, en fin, del documento de que se trate, por más técnico o complejo que sea, su contenido guarda la descripción de conductas presentadas por seres humanos, quienes recibirán las consecuencias jurídicas que correspondan a dichas actuaciones. La responsabilidad penal, no significa perder la calidad humana, precisamente, a fin de proteger la dignidad humana tanto de la víctima como del propio sujeto activo, se respetan y hacen valer derechos para cada sujeto, en cada etapa del proceso penal. Sin embargo, con frecuencia se nubla la vista y al postulante o al servidor público, se les olvida que prestan sus servicios a personas de carne y hueso, y encuentra en la víctima o en el imputado un “incentivo económico emergente” o un número que informar para cumplir con la “cuota” de cada día.
Esta columna, no pretende, ni por asomo, ser una reseña literaria; pero, sí busca ser una invitación. Una invitación a estrellarse e incomodarse con la realidad, una invitación a reaccionar con uno de los libros que logra informar y estremecer hasta causar un verdadero malestar físico en quien lo lee -como a mí me ocurrió- por su nítida descripción de la impunidad; de la ausencia de justicia.
Es imposible que el lector de la obra a la que me refiero no se sacuda frente a los hechos descritos: una entidad federativa que odia a sus mujeres; otra faceta del caos penal que se vive en el Estado de México.
“Las muertas del Estado”. Feminicidios durante la administración mexiquense de Enrique Peña Nieto”[2] de Humberto Padgett y Eduardo Loza con prólogo de Lydia Cacho es una investigación periodística que me sacudió como abogado, como académico, como apasionado del derecho, especialmente como ser humano; es un libro publicado en México durante 2014, bajo el sello de Penguin Random House; cuyo principal atributo radica en que, desde la línea uno del prólogo, se van entretejiendo una serie hechos y escenarios donde destaca el cinismo de las autoridades frente a la violencia feminicida que opera sistemáticamente en el Estado de México.
Si bien el índice del texto da la impresión de concentrarse en algunos casos, al leer cada capítulo queda acreditada la investigación que sus autores realizaron del periodo de 1990 a 2011, veintiún años durante los cuales, de acuerdo con sus investigaciones, mientras que “convirtieron a Ciudad Juárez en referente mundial del feminicidio, en el Estado de México 10 veces más mujeres fueron asesinadas.”[3] En cada capítulo el hilo conductor son historias especificas de mujeres víctimas, las cuales se intercalan con testimonios de sus familiares, descripciones de los hechos que ocurrían paralelamente cuando se acudía a las “autoridades” y simplemente ignoraban el asunto o peor aún, buscaban beneficiarse con él, se suman las experiencias de especialistas y de la sociedad civil organizada para asistir a las víctimas; de modo que, en cada capítulo se transmite al lector la sensación de impotencia, de sentir que las instancias se agotaron, que no hay en quien confiar y que incluso, la búsqueda de justicia conlleva más riesgo que justicia.
En cada capítulo es posible apreciar las distintas dinámicas criminales gracias al trabajo periodístico, trabajo de campo el cual nunca habrá “voluntad política” de realizar, es decir, un incumplimiento tangible de las obligaciones de los servidores públicos de los poderes estatales.
Cabe destacar, únicamente como una pincelada de la clase de datos que nos interesan como profesionales del derecho que, conforme con el análisis de datos realizado por los autores del libro en comento, durante los años 1990 a 1997, 2000, 2001, 2003, 2005 y 2006 el Estado de México se ubicó en el primer lugar con el mayor número de “feminicidios”;[3] luego, la entidad mexiquense salió de ese índice e inició con nuevos datos en el registro de personas privadas de la vida como consecuencia de la “guerra contra el narco”, no, no se trata de una casualidad como se explica en la obra.[4]
Podría continuar citando datos o cualquier cantidad de descripciones sobre situaciones reales, cotidianas e invisibilizadas en el Estado de México que indignan al lector, silenciadas por poderes reales cuyo único elemento común es el odio a las mujeres.
Como dije al principio, mi propósito con la columna de hoy, es invitar a la lectura de “Las muertas del Estado”. Feminicidios durante la administración mexiquense de Enrique Peña Nieto” e invitar a quienes estamos en la posición de contribuir a la solución del problema a buscar justicia para las mujeres.
Finalmente, no se podría hablar de la obra que vengo comentando, sin reconocer el trabajo foto periodístico que logra transmitir con cada retrato el significado de “sobrevivir” en el Estado de México como casi la totalidad de sus habitantes lo hacen, hasta los sentimientos de unos pequeños rodeando la fotografía de su madre, a la cual vieron ser torturada y privada de la vida.
Gracias por tomarte el tiempo de leer.
[1] Profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México. X: @albertofco9
[2] Loza, Eduardo y Padgett, Humberto, “Las muertas del estado. Feminicidios durante la administración mexiquense de Enrique Peña Nieto”, pról. Lydia Cacho, México, Penguin Random House Grupo Editorial, 2014, p. 467.
[3] Los autores utilizan en general el término “feminicidio” con independencia de la óptica y análisis que podrían efectuar los especialistas en derecho penal.
[4] Loza, Eduardo y Padgett, Humberto, op. cit., p. 20.
[5] Ibidem, p. 20.