Cesare Lombroso, fue un médico y criminólogo italiano del siglo XIX, una figura pionera en el estudio del comportamiento delictivo desde una perspectiva científica. Su teoría del “criminal nato” y el concepto de que ciertos individuos están predispuestos biológicamente a cometer delitos revolucionó el campo de la criminología, pero también dejó un legado de controversia y debate sobre la relación entre biología, criminalidad y responsabilidad moral. A lo largo del tiempo, sus ideas han sido criticadas y cuestionadas, sin embargo, la influencia de su obra ha perdurado y su legado sigue siendo relevante, no solo en la criminología sino en los debates sobre justicia penal, derechos humanos y la forma en que las sociedades comprenden y tratan el delito.
Lombroso nació en Verona en 1835, y desde la niñez mostró interés por las ciencias médicas y sociales. Su carrera comenzó como médico militar, lo que le permitió estudiar de cerca las características físicas de los soldados y las patologías comunes entre ellos. Fue durante sus investigaciones médicas y forenses que comenzó a desarrollar su hipótesis de que el comportamiento criminal tenía una base biológica. Inspirado por las teorías evolutivas de Charles Darwin, Lombroso sostenía que algunos individuos, debido a características físicas heredadas y signos visibles de “atavismo” —o sea, la reversión a un estado evolutivo anterior— eran naturalmente predispuestos a la criminalidad. Este atavismo, según Lombroso, se reflejaba en rasgos físicos específicos, como la forma del cráneo, el tamaño de las mandíbulas, la longitud de los brazos y otros aspectos anatómicos que, según él, recordaban a las especies animales menos desarrolladas.
Lombroso expuso su teoría en su obra más conocida, L’Uomo Delinquente (El Hombre Delincuente), publicada por primera vez en 1876. En este trabajo, argumentaba que el criminal nato era una clase especial de individuo, marcada por su biología, que mostraba rasgos degenerados similares a los de los seres humanos primitivos o incluso animales. Esta teoría, que combinaba la ciencia con elementos de determinismo biológico, representaba un enfoque radicalmente nuevo en un momento en que el crimen generalmente se explicaba como un fallo moral o una falta de disciplina social.
Una de las características más notables de la teoría de Lombroso fue su énfasis en el estudio empírico. Para apoyar sus afirmaciones, Lombroso realizó extensos estudios sobre prisioneros y delincuentes, midiendo y catalogando sus características físicas. Creía que al identificar patrones comunes en la apariencia de los criminales, se podría predecir la propensión al crimen y, en última instancia, prevenir futuros delitos mediante la identificación temprana de los “criminales natos”. Esto, según Lombroso, ofrecía una alternativa al enfoque punitivo tradicional, ya que sugería que el comportamiento delictivo no era una elección, sino una consecuencia inevitable de la biología.
Sin embargo, la teoría de Lombroso fue ampliamente criticada casi desde el principio. Sus detractores señalaron varios problemas, tanto científicos como éticos. En primer lugar, su metodología fue cuestionada por su falta de rigor y por el sesgo en la selección de sujetos de estudio. La idea de que ciertos rasgos físicos podrían determinar el comportamiento criminal fue vista como reduccionista y simplista, y muchos críticos señalaron que Lombroso no tuvo en cuenta los factores sociales, económicos y psicológicos que influyen en la conducta delictiva. Además, su enfoque en las características físicas como indicadores del comportamiento criminal llevó a asociaciones peligrosas con teorías racistas y eugenésicas que buscaban justificar la discriminación y el control social en función de características biológicas percibidas.
A pesar de estas críticas, la obra de Lombroso tuvo una gran influencia en su tiempo y contribuyó al surgimiento de la criminología como una disciplina académica. Sus ideas fueron adoptadas en Europa, y su enfoque en la medición científica de las características criminales ayudó a sentar las bases para el desarrollo de la antropología criminal y la investigación forense moderna. Además, el interés de Lombroso por el comportamiento criminal ayudó a desplazar las explicaciones morales y religiosas del crimen, abriendo el camino para enfoques más laicos y científicos.
A pesar de ello, el legado de Lombroso es complejo. Aunque sus teorías sobre el criminal nato han sido ampliamente desacreditadas en la actualidad, su trabajo influyó en movimientos como la eugenesia, que promovía la idea de que ciertos individuos o grupos eran biológicamente inferiores y, por lo tanto, debían ser controlados o eliminados para mejorar la raza humana. Estas ideas fueron utilizadas por regímenes autoritarios, incluido el nazismo, para justificar atrocidades como el genocidio y la esterilización forzada.
Actualmente, los ecos del pensamiento de Lombroso se pueden encontrar en ciertos debates sobre la genética y la criminalidad. Aunque la criminología moderna ha avanzado mucho más allá de las ideas de determinismo biológico de Lombroso, aún existe un interés en explorar la relación entre la biología y el comportamiento criminal.Sin embargo, a diferencia de Lombroso, los investigadores actuales reconocen que la biología es solo uno de los muchos factores que influyen en el comportamiento, y que el entorno social, la educación, la cultura y las experiencias personales desempeñan un papel fundamental en la formación del individuo.
El enfoque de Lombroso en la biología como la causa principal del crimen, aunque desacreditado, sirve como un recordatorio de los peligros del reduccionismo y la simplificación excesiva. También, su obra nos desafía a seguir buscando explicaciones más completas y matizadas sobre las causas de la criminalidad, que abarquen tanto los factores biológicos como los sociales y culturales.
Hoy, mientras seguimos explorando las causas de la criminalidad, es fundamental recordar que la ciencia debe ser utilizada para promover la justicia, la igualdad y el respeto por la dignidad humana, en lugar de reforzar prejuicios o justificar la opresión.