Dicen que en Palacio no dan paso sin huarache. Y en el Consejo de la Judicatura… tampoco.
Resulta que, con motivo de la inminente elección judicial, más de 400 jueces y magistrados federales —muchos de ellos con carrera impecable, pero con la dignidad hecha trizas— decidieron optar por un retiro anticipado. ¿El motivo?
Una especie de “retiro dorado” impulsado por el propio Consejo de la Judicatura Federal: un programa silencioso, elegante, con aroma a chantaje amable.
La oferta era jugosa:
Entre 2 y 7 millones de pesos como compensación única por su tiempo de servicio.
Un último beso financiero antes del adiós.
Y todo gracias a un discreto fondo guardado en el cajón menos vigilado del Consejo: el seguro de separación individualizado.
Pero… ay, los fondos secretos tienen oídos oficiales.
Nos cuentan —y no sin escalofríos— que el viernes pasado, mientras el país entraba en su típico sopor preelectoral y las oficinas cerraban en paz, alguien en Nacional Financiera se metió al sistema y le hizo “vaciado total” al fondo. Así, sin anestesia.
Matanga dijo la changa.
El dinero desapareció. Literalmente.
El cajón que debía entregar millones… ahora solo guarda aire.
Y lo peor:
las y los jueces todavía no lo saben.
Firmaron su salida. Se despidieron.
Están listos para dejar el barco judicial con sus maletas llenas de ilusiones —pero vacías de efectivo.
¿Coincidencia? ¿Jugadita estratégica? ¿Filtración amistosa del oficialismo dentro del Consejo?
Todo apunta a que alguien, en algún alto escritorio, le puso punto final al “retiro pactado”.
Y lo hizo sin decir ni agua va.
Así que si en los próximos días ve usted a algún magistrado con mirada extraviada, revisando su cuenta bancaria en loop y murmurando cosas ininteligibles…
ya sabe por qué.
La toga se va.
La chequera… también.
Notitia Criminis
Donde las pasillos hablan, y las celdas escuchan.
