
La primavera se convirtió en un desierto de corrupción
En el tejido invisible de la conciencia social, la primavera resonaba como una esperanza de vida. Los guatemaltecos pusieron el corazón y los sueños en la posibilidad de vivir en un país donde se respetarán los derechos humanos, donde hubiera trabajo, salud, educación y seguridad.
Hoy, la realidad es otra. No sé qué pasó, no sé qué cambió. Cuando vemos las noticias —ya sea en medios digitales, físicos o redes sociales— resulta imposible creer que estemos peor que al final del gobierno anterior. El gobierno en turno ofreció un cambio profundo en las estructuras, pero vemos que son esas mismas estructuras las que siguen operando.
Persiste la misma dinámica de corrupción e impunidad que reviste al gobierno desde lo más profundo de sus entrañas. La corrupción carcome al Estado, y somos los guatemaltecos de a pie, los que luchamos día a día, quienes sufrimos las consecuencias.
Por eso, en los últimos días hemos visto los peores momentos de la primavera, donde parece que el sol abrasador de la impunidad destruye los sueños de una Guatemala mejor. Es una triste realidad, pero también una oportunidad para que los guatemaltecos que realmente queremos un cambio veamos a esos detractores por quienes son.
Ya no debemos dejarnos seducir por discursos políticos ni por insumos, alimentos o láminas con los que pretenden comprarnos. Hace quinientos años, cuando llegaron los españoles, el intercambio era espejos por oro; hoy nos cambian láminas por el control de un país y por riquezas incalculables.
Esta realidad se confirma con hechos recientes que revelan la profundidad del problema…
En la madrugada del 15 de octubre de 2025 resuena la noticia: el viceministro de Seguridad renunciará del cargo y presentará denuncias ante el Ministerio Público, porque no será cómplice de la corrupción y la impunidad que se vive dentro del Ministerio de Gobernación. Señala directamente al ministro y a la viceministra, revelando una realidad que marca y evidencia el cáncer institucional que está carcomiendo al gobierno actual.
Es importante entonces sentarnos y hacer un análisis profundo y crítico, en donde podamos ser objetivos. No basta con revisar el perfil de quienes asumen cargos de alto poder en los ministerios —en este caso, el Ministerio de Gobernación— ni con inspeccionar únicamente la hoja de vida. Se trata de ir más allá: conocer sus raíces, sus vínculos, con quién han participado y en qué espacios han estado.
Evidentemente, no son personas idóneas. Sus antecedentes reflejan ineptitud en cargos previos, lazos con el crimen organizado, intereses económicos y personales. El poder que obtienen al ser electos parece servir más a esas estructuras criminales que al país y a los ciudadanos.
Es válido entonces preguntarse: ¿el señor presidente será cómplice o simplemente no ha podido gobernar? ¿No tuvo una estructura sólida desde el principio y hoy busca caminos, seleccionando personas que se le presentan, sin saber realmente quién son o a quién lleva a casa?
Por ello, debemos ser críticos del gobierno, pero críticos objetivos, no partidistas. Debemos observar con claridad cómo estamos fallando como sociedad y como Estado.
Pero esta crisis no solo se refleja en denuncias internas; también contrasta con las promesas que escuchamos en campaña…
En la recta final de la contienda electoral tuve la oportunidad de realizar una entrevista para el podcast La Lupa Forense de Guatemala, en la que conversé con quien hoy es el presidente Bernardo Arévalo. Hablamos sobre los temas que hoy tienen de rodillas a Guatemala: las maras, el sistema penitenciario, el fortalecimiento de la Policía Nacional Civil y el Ministerio de Gobernación.
Dialogar con él era hablar con alguien que tenía una visión clara de qué hacer y cómo hacerlo por el bien del país. En ese momento, la entrevista fue satisfactoria y productiva. Como criminólogo y criminalista, logré conectar con alguien que comprendía el fenómeno criminal desde su génesis, que tenía una idea clara y objetiva de cómo combatirlo.
Incluso abordamos la necesidad de cambiar el perfil de las personas que se postularían a cargos relacionados con la investigación criminal, considerando más el perfil del criminólogo, del criminalista y del investigador criminal para fortalecer al Estado.
Hoy, sin embargo, veo muy distantes aquellas palabras. Por eso me pregunto: ¿es cómplice de lo que ocurre o simplemente no estaba preparado para lo que enfrentaría?
Este es un llamado importante a todas las personas que se postulan a puestos políticos: cambiar el discurso. Que no sea un discurso partidista lleno de engaños y artificios para convencer al guatemalteco por intereses mezquinos, sino un discurso que nazca desde sus capacidades técnicas y profesionales, orientado al beneficio de nuestro país.
Conclusión
Hemos visto cómo el Estado de Guatemala ha sido víctima de un cáncer institucional, una metástasis que lo carcome desde las entrañas por la corrupción y la impunidad. Es imperativo resaltar la necesidad de un cambio profundo, de que los guatemaltecos despertemos, seamos críticos y observadores, que actuemos más allá de la pantalla de nuestro ordenador o dispositivo móvil. No basta con exponer ideas y descontento en redes sociales; debemos ser agentes activos desde nuestros hogares, inculcando valores sociales y morales en la construcción de una nueva generación que transforme Guatemala.
Aportemos sinceridad y honestidad en cada uno de nuestros actos, y asumamos que la corrupción y la impunidad son prácticas deshonestas, inmorales e intolerables. Asimismo, es fundamental realizar exámenes exhaustivos de quienes pretenden ocupar cargos de alto nivel, donde está en juego la paz y la tranquilidad del país. No podemos seguir seleccionando autoridades por compadrazgo, afinidad o deudas políticas.
Recordemos que en Guatemala viven más de 18 millones de personas, seres humanos que necesitan salud, seguridad, educación y trabajo como derechos humanos mínimos. Es deber del Estado garantizar estos derechos.
Por último, debemos dejar atrás la política vieja, llena de discursos infundados, estructurados desde la maldad, la persuasión y el engaño. Guatemala merece florecer en manos de quienes realmente desean verla feliz y en paz.
Luis Miguel De León Estrada. Criminólogo y Criminalista