En estos días se ha vivido la temporada electoral en algunos Estados de nuestro país, por lo que consideré interesante compartirles una breve reflexión desde el enfoque psicológico y a qué tanto incide en la toma de decisiones al momento de “cruzar la boleta”.
Todos conocemos la frase del filósofo español José Ortega y Gasset que indica que el ser humano está determinado por sus circunstancias [yo y mi circunstancia] y estas pueden ser de carácter social, biológico y psicológico. El ser humano es un tramado de procesos psicológicos (Leahey 1980) y, así como existe una relación entre Pensamiento y lenguaje (Vygotsky 1956), socialmente percibimos que existen diversas variables que son consideradas al momento de elegir un candidato, como lo es la ideología política del elector, la confianza que inspire un partido político o, más específico, el potencial de eficacia que depositamos en las capacidades del candidato, entre muchas otras variables.
Si bien es cierto, la psicología política es una disciplina científica que trata de describir y explicar el comportamiento político, estudiando los factores psicológicos, sociales y ambientales que influyen en él, una variable más que se estudia desde esta disciplina científica está relacionada con la conducta del voto y la ideología política. En este caso, hablamos de un sentido de pertenencia a ciertos grupos políticos y donde nuestra psique asume que ciertas instituciones políticas están más relacionadas con ciertos sectores de la sociedad, con valores e intereses compartidos y, sobre todo, prioridades definidas para cada clase social del país.
Ahora que existen las alianzas entre partidos políticos ¿te has preguntado cómo funciona esta nueva identificación de los ciudadanos con respecto a los partidos políticos aliados?
Y es que los conceptos de progresista-conservador o mejor conocidos como izquierda-derecha, han sido motivo de estudios y, en algunos de ellos, encontraron que estos criterios tienen alguna influencia en el comportamiento de voto (De Souza Carreirao, 2002; González & Darias, 1998; Jost, 2006; Ortega & Montabes, 2011; Tagina, 2010), así como la lógica que tienen los ciudadanos entre la ideología y la identificación de los partidos.
Por ejemplo, me pregunto qué opinión tienen esos ciudadanos que por mucho tiempo estuvieron “casados” con la ideología de un partido político y que hoy en día esa institución política se vio obligada a tener una coalición con otros partidos y los invita a cruzar las siglas de otro partido en la boleta electoral.
¿En qué medida los partidos aliancistas comprometen su “credibilidad”, crean un vacío en sus promesas de campaña, se debilitan los valores como instituciones políticas, los principios del candidato de la alianza y el desencanto en simpatizantes, adherentes o partidarios que, por años, han sido fieles a ellos?
En el momento que se habla de coalición se hace referencia a que dos o más partidos políticos deciden unirse para postular a los mismos candidatos. Esto no quiere decir que van juntos a todas las candidaturas, por eso hay tres tipos de coalición: la total, cuando se postula al cien por ciento de las candidaturas; la parcial, cuando se postulan al menos el cincuenta por ciento; y, las flexibles que es cuando se postulan por al menos el veinticinco por ciento de las candidaturas. Aunque los partidos políticos vayan unidos, cada partido debe aparecer con su emblema en la boleta electoral pero compartiendo el rostro del candidato cuando la alianza tiene esos alcances.
Algunos autores hablan de esa identificación con el partido como el elemento más allegado a la ideología política y la mejor manera de explicar el comportamiento electoral, aunque muchos otros, seguramente, cuestionan y deducen que existe escasa lealtad partidista.
En nuestro país, de un tiempo a la fecha, surgieron partidos con cierta fuerza política, algunos se desarrollaron en condiciones de dificultad y la necesidad de aliarse con otros con mayor presencia nacional y de antigua data que han recibido el nombre de “partidos bisagra”. En un país con fuertes carencias sociales unos partidos construyeron su fuerza ofreciendo a los más pobres dinero asequible mediante programas sociales y construyendo en los ciudadanos una idea de que ciertos sectores en condición precaria serán objeto de mayores oportunidades para ellos y serían cada vez más objeto de atención en sus políticas sociales. Todo esto provocó una aceptación social mayor a la de los partidos políticos tradicionales.
Al momento que algunos partidos se coaligan para enfrentar juntos un proceso electoral (local o nacional), en algunos votantes se genera un impedimento o cierta dificultad para identificarse con otros partidos políticos aliados. Esta dificultad en la psique de los ciudadanos entra en confrontación con la orientación política de los otros partidos políticos aliados. Pareciera que estos conflictos psicológicos en los votantes impactan en su “ideario político”, entonces, esas creencias y voto de confiablidad se debilita, se genera cierta inseguridad y dudosa credibilidad a sus “nuevos principios” e identificación con ellos, impidiendo ubicarlos, en la geografía política, como partidos de izquierda o derecha.
Todo este desorden en la psique de los votantes se debe a la falta de identificación ideológica con los candidatos, y habrá que añadirle que algunos estudios han corroborado la importancia de los estados emocionales que influyen en las actitudes y procesamientos de la información política (Hunt, Ergun & Federico, 2008).
Autores como Marcus y Mackuen, refieren que las personas utilizan reacciones emocionales a sucesos políticos como parte de un proceso o método para establecer sus actitudes políticas. Así, la aplicación de las emociones en la toma de decisiones políticas funge como facilitadora del procesamiento cognitivo (facultad para procesar información a partir de la percepción, el conocimiento adquirido y características subjetivas que permiten valorar la información).
En conclusión, hay que mencionar que las emociones no sólo participan en el aspecto cognitivo como las actitudes, sino también en las dimensiones motivacionales de la política, como es el interés personal en ella. Así como la necesidad de considerar el análisis de factores psicosociales y socioafectivos (conjunto de sucesos emocionales y sociales que ocurren en la mente del ser humano y se expresa a través de su comportamiento emocional, sentimientos y pasiones, en un contexto social), en el que se gesta la lucha electoral.
Fuera de todo ello, siempre existe la necesidad de estimular la confianza de los ciudadanos para que acudan a las urnas a ejercer ese derecho que debiera ser, correlativamente, también una obligación.
¿En las alianzas existe una fusión ideológica o es una vulgar concurrencia de intereses?
Liliana Baltazar Samayoa Pimentel
Psicóloga y abogada.
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