Por Fátima Selene Salgado García
Si bien es cierto, en las últimas décadas se han impulsado nuevas legislaciones y nuevas formas de protección a las mujeres víctimas de violencia de género, así como a sus hijos e hijas, también cierto es que los agresores también han encontrado nuevas formas de controlar o dominar a su víctima por medio de la violencia vicaria que no es otra cosa más que la manipulación y chantajes hacia terceras personas, principalmente a los hijos e hijas con la finalidad de dañar a la mujer; llegando incluso a causarles la muerte y utilizando recursos de particular crueldad.
En la antigüedad las mujeres eran educadas para dedicarse al hogar y servir a sus hijos y esposos debiendo soportar toda clase de maltrato y abuso, pues “Es la cruz que le tocó cargar” y de negarse la sociedad las vería con malos ojos por ser divorciadas o madres solteras enfrentándose al “qué dirán” o comentarios como “quien te va a querer con hijos”, “¿Quién te va a mantener? Las mujeres de la actualidad practican diversas profesiones y oficios por lo que ya no dependen económicamente de su pareja y les es más fácil la separación del mismo, por lo que el agresor ha desarrollado formas de agredir, controlar o dominar a la mujer y una de ellas es la violencia vicaria bajo argumentos como: “si me dejas olvídate de los niños”, “a mi hazme lo que sea, pero con mis hijos no te metas, por ellos aguanto todo”, “te voy a quitar los niños”, entre otras.
En el libro titulado “a mí también me duele”, de Raúl Lizana Zamudio, edición junio 2012, se explica la violencia de género en la pareja, y cómo viven los niños y las niñas tal violencia. Basado este libro en la experiencia del autor como terapeuta de hombres agresores y mujeres violentadas, así como de menores víctimas de esta violencia; el cual se apoya también en los trabajos de investigación de un sinnúmero de autores reconocidos en el tema de violencia de género. En esta obra señala textualmente el autor, como puntos importantes:
“A veces esto se muestra de forma muy evidente en situaciones en las que, gracias a sus manipulaciones y aprovechando el daño causado, los padres usan el sistema legal a su favor y logran quitar a las madres la custodia infantil. La gran amenaza del maltratador se hace realidad, es el golpe final, el más certero. Este objetivo se puede haber ido planeando con tiempo, a través de años en que el padre ha ido convenciendo a los niños y niñas sobre lo negativo de la influencia de la madre y lo positivo de que se vayan a vivir con él. Es una especia de rapto encubierto. Pese a estas dificultades la mayoría de las madres intentan mantener como sea el vínculo y se esfuerzan por estar cerca. Algunos pequeños y pequeñas deciden retornar con ella al cabo de un tiempo, pero otros se mantienen atrapados por la MANIPULACIÓN DEL PADRE.
Una posible forma de resumir la terrible situación de estas mujeres sería decir que se convierten en madres sin hijos/as, lo cual es un contrasentido que nos hace reflexionar sobre lo profundo de los daños de la violencia. Estas son las madres más castigadas, las que ya no pueden ejercer su marentalidad como quisieran porque el maltratador les ha quitado esa posibilidad. (184)’’
Debe señalarse que quienes cometen este tipo de acciones no son los hombres en general, si no hombres con características y perfiles psicológicos específicos de narcicismo y manipulación, teniendo como principal objetivo el causar daño a su pareja o expareja a toda costa por lo que esas hijas e hijos sufren un daño irreparable y son también víctimas de violencia de género. En mi experiencia en el ramo de derecho penal he podido ser testigo de al menos dos casos en el presente año, en los cuales los padres han realizado artimañas haciendo mal uso del sistema para obtener bajo su resguardo a sus hijos e hijas (uno de ellos aun lactante) y así ponerlos en contra de las madres de estos bajo el argumento de que estas son adictas al alcohol y las drogas sin prueba pericial alguna, y es tal la manipulación que han sido capaces de convencer a los hijos e hijas que su madre consume dichas sustancias y que los maltrata, sin embargo estas mujeres fueron víctimas de violencia familiar extrema durante su relación de pareja con los padres de sus hijos. Llegando incluso una de las menores a manifestar que se cuestionaba a si misma si en realidad su padre dice la verdad sobre su madre pues ella sabía que no era como él se lo manifestaba pero que se lo decía de una forma que llegaba a convencerla. De lo anterior podemos deducir que se sigue teniendo una visión de la maternidad idealizada en la que se crea una imagen de la madre perfecta, y “equipada” con los cuidados y amor necesarios sin importar las circunstancias pues una madre no tiene sentimientos negativos y debe estar siempre disponible para atender las necesidades de sus hijos, por lo tan solo pensar en la idea que una madre tenga tiempo para sí misma o con amistades y que pueda ingerir alcohol en alguna reunión es inconcebible.
Es importante no confundir la violencia vicaria con el síndrome de alienación parental (SAP), el cual fue acuñado por el psiquiatra Richard Gardner en 1985 para referirse a lo que él describió como un desorden psicopatológico en el cual un niño, de forma permanente, denigra e insulta sin justificación alguna a uno de sus progenitores, generalmente, el padre y se niega a tener contacto con él. Sin embardo dentro de la comunidad académica, el síndrome de alienación parental (SAP) carece de consenso científico por no reunir los criterios metodológicos científicos necesarios para ser aceptado y por eso se lo considera pseudocientífico. El SAP ha sido rechazado como entidad clínica por las dos instituciones más reconocidas en el mundo en términos de salud y trastornos mentales: la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Americana de Psicología (APA). Es por eso que no aparece en las listas de trastornos patológicos de ningún manual, ni en el CIE-10 de la OMS ni en el DSM-5 publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría.
Gardner a lo largo de su carrera como psicoterapeuta infantil asesoró a muchos padres sobre cuestiones de divorcio y custodia, así como padres acusados de abuso infantil diagnosticando a los menores con Síndrome de Alienación Parental (SAP). En 1992 expone en su libro titulado: “Acusaciones verdaderas y falsas de abusos sexuales a menores” la idea de que las desviaciones sexuales (incluyendo la pedofilia, sadismo, violación, necrofilia, zoofilia y coprofilia) son factores que contribuyen a la supervivencia de la especie humana, en la que “mejoran el nivel general de excitación sexual en la sociedad”. Dentro del mismo libro Gardner menciona además que «la pedofilia ha sido considerada como la norma por la gran mayoría de las personas en la historia del mundo» y que es «una práctica ampliamente utilizada y aceptada entre literalmente miles de millones de personas». Según él, y contrariamente a toda la literatura científica disponible sobre este tema, el abuso sexual no necesariamente tendría consecuencias traumáticas para los niños afectados, los efectos dependerían de las actitudes sociales hacia la pedofilia.
La violencia vicaria es un tipo de violencia de género acuñada en 2012 por la psicóloga Sonia Vaccaro, originaria de Argentina, pero desarrolla su actividad profesional en España que lo define como:
“Aquella violencia que se ejerce sobre los hijos para herir a la mujer. Es a la mujer a la que se quiere dañar y el daño se hace a través de terceros, por interpósita persona. El maltratador sabe que dañar, asesinar a los hijos/hijas, es asegurarse de que la mujer no se recuperará jamás. Es el daño extremo.”
En México cada vez es más común que se ejerza la violencia vicaria por lo que la primera entidad en reconocerla como un delito fue Zacatecas, donde las reformas a la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LAMVLV) ya fueron avaladas por el congreso. Luego le siguió Hidalgo, donde la violencia vicaria comenzó a reconocerse como un delito desde mayo de este año, después se sumaron Baja California Sur, el Estado de México, Puebla y Yucatán. Las reformas sólo incluyen hasta el momento ajustes a la LAMVLV, donde se conceptualiza este tipo de violencia, pero no se considera alguna sanción privativa de la libertad a quien incurra en ella.
Estas 6 entidades definen a la violencia vicaria como: “aquella violencia que se ejerce a menudo sobre las niñas y niños con el propósito meramente instrumental de lastimar a la otra persona”.
En otras palabras, podemos decir que la violencia vicaria es aquella que tiene como objetivo dañar a la mujer a través de sus seres queridos y especialmente de sus hijas e hijos.