El Derecho Penal es fundamental para el desarrollo de las naciones porque protege a la sociedad contra el delito y constituye la mejor herramienta para mantener el orden jurídico y la paz pública. Es posible revisar desde diferentes ángulos la importancia del Derecho Penal, su utilidad y necesidad, así como la garantía de protección a los bienes jurídicos màs importantes del hombre y del Estado de tal suerte que dedicarse a tal profesión, el papel del abogado penalista lo es el apegarse a la profesionalización, a la función pública, al perfil exigido, bajo visiones multidisciplinarias y reflexivas, en donde se funde la investigación científica y tecnológica, el drama penal mismo y la aplicación deontológica del Derecho a punir.
El papel del penalista en México, ha estado con frecuencia en el punto de mira de abogado de gabinete a la luz de las políticas públicas. Las políticas públicas como un instrumento o herramienta utilizada por el Estado, que sirve para llevar a buen fin los planes y programas de gobierno a la par de que permiten medir y evaluar el impacto de las decisiones públicas sobre la problemática del delito y sus consecuencias. Es una breve reflexión sobre la teoría y la praxis en el ejercicio de la profesión del abogado penalista al centrar el análisis en la siguiente afirmación “no es extraño escuchar a quienes se encargan de participar directamente en el ramo penal que lo que importa es que la ley positiva, la jurisprudencia, y los criterios bajo los cuales resuelven las autoridades, desdeñando el análisis dogmático de las figuras sustantivas y procesales, al afirmar que no tienen aplicación y que deben reservarse para las aulas de clase, pero que en lo que la práctica vale es la norma”.
Muestra del Derecho Penal apreciado desde la Academia y frente al sistema de justicia en México, cerrando con las consideraciones de un Penalista de gabinete al pronunciarnos en el sentido de que “la distancia que existe entre la teoría y la práctica debe ser acortada con el esfuerzo conjunto de quienes protagonizan ambos escenarios”.
La ética en el Derecho Penal es otro papel del abogado dedicado a este sistema, ofrece a quienes determinan abrevar de esta cepa de conocimientos, que resultan ser tan interesantes como controvertidos. No todos los sujetos que son sometidos a un proceso penal han incurrido en un delito; por ende, no a todos debe castigarse por la conducta respectiva. Es aquí donde se destaca la importancia de la ética en la defensa y la deontología judicial, pues el proceso penal se rige con respeto a las garantías de los individuos, al menos esa es la legitima inspiración que debe llevar consigo todo aquel jurista, que se determine a ser penalista.
En el conjunto de procedimientos jurídico-penales, donde el gobernado y sus abogados entran en relación jurídica con diversas autoridades, se apliquen las reglas de la ética, con el propósito de que se dicten resoluciones con estricto apego a derecho, es decir a la letra de la ley. Para ser penalista no se requiere ser corrupto; no es menester ser desleal con el cliente, con el servidor público ni con el adversario. Ser penalista no implica saber sobornar y practicar la chicana y la trampa jurídica. Es la necesidad de ser un abogado probo y responsable.
El papel del penalista es saber abrir el futuro de la especie, más allá de la mecánica inmediata usada por los intereses de grupos cerrados. Solo de esa manera, tendrá un criterio para hacer una distinción radical entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto. De acuerdo con esa visión la manera de ser y pensar sintéticamente es lo mínimo que debe y puede ofrecer una escuela para que sus penalistas sean significantes y recordados en el futuro; los conocimientos no se agotan con la obtención de un título o con la culminación de una especialidad, maestría o doctorado, pues sabe que la materia penal, como otras tantas ramas del Derecho en general, se transforma día con día por razón de utilidad, de suerte que solo en la medida en que se conozca su origen, evolución, contenido y comparación, se podrá pasar por la correcta y eficaz aplicación al perfeccionamiento de sus contenidos.
En suma, los muy breves comentarios presentados por la suscrita, sobre el papel del abogado penalista en nuestro país, permiten a penas asomar a la bonanza de contenidos que el ser penalista es haber aceptado un llamado personal y social difícil y problemático, porque significa poseer una inteligencia desarrollada, una voluntad firme, una razón alerta y una actitud moral probada en el bien.
Andrea Alvarado Mendoza.
Licenciada en Derecho por la UNAM, Maestrante en Género, Derecho y Proceso Penal por el Centro de Estudios de Posgrado Nacional, Estudios en Juicio Oral Penal por el Instituto Nacional de Ciencias Penales, Estancia Académica para Estudios en Sistema Penal Acusatorio Adversarial y Estrategias de Litigación Oral Penal Por la Universidad de San Diego, cuenta con estudios en Negocios por la Universidad Iberoamericana, así también se certificó en el programa Aprender a Enseñar a Distancia que imparte el Tecnológico de Monterrey. Trabajo el proyecto ´´Puentes a la vida´´ para el Penal de Barrientos, en el que capacitó internos en temas de justicia restaurativa. Se desempeñó como Agente del Ministerio Publicó por designación en la entonces PGR, actualmente es socia fundadora de la Firma Legal Andrea Alvarado Abogados Penalistas donde se desarrolla como abogada postulante. Es coordinadora responsable de proyectos en Revista Criminogénesis, coordinadora y capacitadora en cursos de balística forense, conductora y host en el programa De Penalistas a Penalistas en la plataforma Sistema Penal Acusatorio y Oral Capacitación Puebla. Cuenta con publicaciones en La Querella digital, Notitia Criminis y Revistas como Criminogenesis, Cadena de Custodia, Mundo Jurídico Hispanoamericano, CICAJU y la Revista de la Facultad de Derecho.
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