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El juicio vs García Luna: los trenes de la droga y la complicidad de federales… y militares.

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Por: Arturo Angel

Brooklyn, NY: Cada paquete se preparaba con sumo cuidado. Uno por uno. El polvo blanco se compactaba en un molde y se forraba con una capa de plástico. Luego se cubría de grasa y se le colocaba otra capa. Encima de ella una etiqueta de color para identificar quien era el destinatario y después una bolsa más colocada al alto vacío, extrayendo el aire restante, para que quedara lo más compacta posible. Y se pesaban, tenía que ser exacto: un kilo, no más y no menos.

Los paquetes ya forrados se iban acomodando en una parte fondo del carrotanque. Uno sobre otro. Perfectamente ordenados. Una vez agrupados venía el terminado con una sustancia que ellos conocían como “plasti-acero”, la cual al estar caliente podía colocarse como si se estuviera rociando con líquido una superficie que, al enfriarse, se endurecía como si de metal se tratara. Así quedaba una “pared falsa”, en la que daba la impresión que no había nada.

Concluido el compartimento secreto faltaba una tarea más: el engrasante. Los “trabajadores” se aseguraban de cubrir de aceite, mucho aceite, todo el interior del piso de tanque. El objetivo: si algún curioso no deseado quería revisar el fondo, se lo pensaría dos veces por lo resbaloso de la superficie.

El proceso se repetía en uno o dos tanques más y cuando estaba listo, estos se incorporaban al tren de carga. Y de ahí iniciaba un largo trayecto. Partían de la Ciudad de México y durante varios días se recorrían miles de kilómetros al norte, más allá de la frontera. El destino: bodegas ubicadas en Chicago, Illinois, o en los suburbios de Nueva York.

Al llegar al punto el trayecto aún no terminaba. Los “trabajadores” desmantelaban el compartimento secreto y rápido, pero con cuidado, bajaban uno a uno cada paquete de kilo para subirlo a un vehículo. O dos si era necesario. Una vez listo los camiones abandonaban la bodega para dirigirse a otra más, a unos kilómetros de distancia.

Ya en la segunda bodega los camiones de carga se estacionaban al interior y quedaban listos para la descarga final. Camionetas más chicas, generalmente minivans, iban por una parte de la carga. Por las etiquetas de color que se colocaron desde un inicio, ya se sabía a quien le correspondía este o aquel paquete. Finalmente, un ejército de distribuidores locales estaba listo para recibirla y comenzar su venta onza por onza, gramo por gramo, en las calles.

¿La ganancia final por cada tren? Unos 25 a 30 millones de dólares.

En México el sistema nunca falló. Ni un solo tren fue detenido. Y no es que la autoridad fuera simplemente omisa o estuviera ciega. Es que había una completa colusión, federales y militares organizados, para que los trenes repletos de cocaína llegaran a su destino.

Cocaína y corrupción

La descripción anterior forma parte del testimonio que el narcotraficante Tirso Martínez alias “El Mecánico” o “El futbolista” rindió ayer ante un jurado en Nueva York durante el sexto día de audiencias del juicio por narcotráfico abierto en contra del exsecretario de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna.

El que los 12 integrantes del jurado conocieran esta historia era muy importante para los fiscales. Aunque Tirso podría ser un narcotraficante promedio, su testimonio como operador en el terreno mostró las enormes cantidades de cocaína que podrían transportarse desde el centro de México hasta el noreste de Nueva York prácticamente sin ser detectados, gracias a la colusión de las autoridades involucradas.

Tres de esos cargamentos, uno descubierto en una bodega en las afueras de Chicago y dos más asegurados en bodegas de Brooklyn y Queens en Nueva York (que para el año en que ocurrieron, 2002 y 2003, fueron decomisos récord) forman parte de la acusación presentada contra García Luna para introducir cocaína a los Estados Unidos. Dicho sea de paso: estos aseguramientos también formaron parte del juicio en contra de “El Chapo” Guzmán.

Aunque Tirso nunca habló con García Luna, su testimonio también ha sido utilizado por los fiscales para contarle al jurado sobre el alto nivel de complicidad que tenían las autoridades en México con el Cártel de Sinaloa. Civiles y militares indistintamente.

Y es que, a pregunta del fiscal que condujo la comparecencia, “El Mecánico” sostuvo que en algunas ocasiones él y sus trabajadores (como les denomina a las personas que le ayudaban a empaquetar y traficar la droga del tren) llegaron a tener bastante miedo de ser descubiertos, sobre todo, cuando los cargamentos de droga eran demasiado grandes.

Por ejemplo, recuerda un momento de particular nerviosismo cuando en una de sus bodegas en México tuvo que almacenar un cargamento de 14 toneladas de cocaína pertenecientes a Ismael “El Mayo” Zambada. La logística fue complicada porque varios camiones tuvieron que acceder al terreno para desmontar los paquetes que, de por sí, ya se sumaban a las tres toneladas que tenía Tirso en preparación para ser guardadas en los carrotanques del tren.

La droga de “El Mayo” no era para subirse en los trenes, sino para almacenarla unos dos o tres días. Pero pasaron semanas sin ser recogida y todos comenzaron a ponerse nerviosos. Ante el temor de alguna rebelión de sus trabajadores, Tirso le habló a su jefe, el capo Vicente Carrillo, para preguntarle cuando recogería “su compadre” (El Mayo) la carga. Esto porque tenía miedo de que les cayera un operativo en cualquier momento.

“Mecánico, ¡ya cálmate! Mi compadre tiene a todos arreglados. Federales, militares a todos. Pocos cabrones he visto que tengan ese tipo de arreglos con todo mundo. A mí me consta…” fueron las palabas de Carrillo a Tirso, según el testimonio de este último ante el jurado.

Martínez sostiene que esta misma versión de las complicidades se la dieron en dos ocasiones más, no solo Carrillo si no otro de sus jefes llamado Alfredo Vázquez. “No te preocupes, los federales y militares trabajan para nosotros”, es lo que le decían.

Tirso supone que esto era cierto porque nunca, por lo menos en los cuatro años que el movió los cargamentos de cocaína en los trenes estos fueron descubiertos, frenados o inspeccionados por autoridad alguna en México. Los cargamentos de Chicago y Nueva York que terminaron decomisados, y que motivaron que Tirso decidiera desistir de este mecanismo de traslado de droga, fueron por investigaciones de la DEA que derivaron en operativos, pero ya en las capitales estadounidenses.

La droga que era transportada en los trenes pertenecía los líderes del Cártel de Sinaloa El Mayo, El Chapo, Vicente Carrillo, entre otros. Tirso agrega que, por su lado, con el paso del tiempo él también consiguió por su cuenta traficar su propia cocaína desde Colombia a través de un sistema de lanchas rápidas que la descargaban generalmente en Chiapas y luego la trasladaban por tierra. Explicó que tenia arreglos con agentes federales en al menos tres estados para que su droga no fuera decomisada y sus rutas estuvieran despejadas.

Por otro lado, los abogados de García Luna trataron de restarle credibilidad y confianza a Tirso ante los ojos del jurado. Para ellos le hicieron varias preguntas en las que evidenciaron que pese a haber traficado toneladas de drogas por años, de haber “inundado” las calles de Estados Unidos con cocaína y crack, y de arriesgar la vida de cientos de jóvenes traficantes en este país, él había recibido una pena mínima de 7 años de cárcel que ya cumplió y ahora están a punto de entregarle una visa de estancia definitiva. Todo gracias a la colaboración que ha brindado al gobierno de los Estados Unidos.

La sensación en la sala de audiencias es que más de uno de los integrantes del jurado hizo una mueca o un movimiento tras escuchar esto. Parece la incomodidad que quisieron infundir los abogados defensores sobre Tirso fue exitosa.

Receso y lo que sigue

La jornada de audiencias de ayer concluyó con el testimonio de cuatro policías y agentes de la DEA que participaron en los operativos en los cuales se consiguió decomisar la droga transportada en los carro tanques. Todos coincidieron en señalar que esos aseguramientos de una a dos toneladas en promedio fueron decomisos record en su momento. Ninguno fue contrainterrogado por los abogados de García Luna.

El juicio ha entrado ahora en un periodo de receso de cuatro días debido a que uno de los jurados no podía asistir a la sesión de este jueves por compromisos previamente pactados, y a que viernes, sábados y domingos serán días de descanso.

El juez Braian Cogan ha convocado a las partes a reanudar el proceso el próximo lunes a las 9:30 de la mañana. De la larga lista de testigos que la Fiscalía pretende presentar en contra de García Luna se presume que podría ser llamado en breve Edgar Veytia, el exfiscal de Nayarit sentenciado en EU a 20 años de prisión, por colaborar con el crimen organizado.

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