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¿CÓMO AFECTA LA INSEGURIDAD EL SISTEMA HORMONAL EN LAS MUJERES?

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Liliana Baltazar Samayoa Pimentel
Abogada y Psicóloga.

La constante amenaza contra las mujeres por los actos de violencia física, psicológica, económica, verbal o sexual trasciende a la violación de los derechos humanos y constituye un grave problema de salud en el que se ven afectadas personas de cualquier nivel social y sin importar el rango de edades, ya que las víctimas suelen ser niñas, adultas e incluso, mujeres mayores.

La violencia contra la mujer es una de las causas y consecuencias graves para la salud y el bienestar de este género. Como bien sabemos, hoy día existen estudios que revelan investigaciones que muestran la existencia de una relación entre la violencia contra las mujeres y la cantidad de problemas en la salud física y mental que se generan como resultado de esta forma de lesividad.

Comprendemos que estos actos de lesividad a la mujer tienen muchas consecuencias, pero ¿te has preguntado cuanto puede afectar hormonalmente esta amenaza que vive a diario la mujer?

Como bien sabemos cada síntoma físico tiene que ver con las emociones, como el vacío en el estómago ante alguna situación que nos ponga nerviosos; presentamos taquicardias cuando alguien viene siguiéndote en la calle, etc. Pero la pregunta que quiero plantear con todo esto es ¿en qué momento se une el cuerpo y la mente?

Imaginemos que abordamos un taxi y el chofer de la unidad comienza a irse por calles que no corresponde con el rumbo para la dirección que pediste, automáticamente comienzas a hacerte preguntas, a ponerte nerviosa y a latir el corazón con mayor rapidez. ¿Por qué? Porque esa señal de alerta, esa señal de posible amenaza se activa en un lugar de nuestro cerebro llamado “hipotálamo” que es una zona del cerebro que regula ciclos corporales en tres regiones (región anterior, región media y región posterior) y la región anterior es la encargada de formar varios núcleos que son los responsables de la secreción de hormonas.

El hipotálamo manda señales a las glándulas suprarrenales y esto activa dos hormonas, la adrenalina y el cortisol. Una vez que esto pase, automáticamente el cerebro busca mecanismos de supervivencia como la resistencia física y la huida; empezamos con taquicardias que es cuando el corazón late con mucho mayor intensidad y realiza un gran esfuerzo para llevar la sangre a los tejidos y dotarnos de la capacidad de realizar un esfuerzo físico como es luchar o correr, que es lo que creemos prudente hacer ante esos momentos de amenaza física real.

Luego viene la taquipnea, que es esa necesidad de meter más oxígeno en el cuerpo para que los músculos y las células tengan más oxígeno y así podamos enfrentarlo físicamente. Todo esto genera que se movilice la glucosa, las grasas y para este momento se nos dificulta el “razonamiento” por el estado de alerta en el que nos encontramos, y la corteza prefrontal que es la encargada de pensar, de reflexionar y buscar soluciones a los problemas, de repente ya no nos permite pensar adecuadamente.

El sistema hipocámpico que es la zona de los recuerdos y donde almacenamos los datos es hipersensible al cortisol y evidentemente ante este exceso de hormona comienza a fallar la memoria y tenemos lagunas en lo que queremos hablar. Lo más duro del problema es que este pico de cortisol que se disparó suele tardar tiempo en regresar a su estado original.

Esto es de suma importancia porque ese estado de cortisol que se eleva es el causante de cambiar nuestro organismo ya que el cortisol es una hormona cíclica que en las noches es baja para que podamos descansar y dormir y en el transcurso de la noche va subiendo para que en la mañana baje nuevamente y podamos así enfrentar los desafíos que se viven día a día.

Pero ¿Qué pasa si vivo preocupada por algo constantemente?

Mi mente y mi cuerpo no distinguen una amenaza real de una imaginaria, ante algo físico real que me sucede como un asalto, un acoso en el trabajo, las amenazas de parte mi pareja, etc. Esa activación del cerebro por algo real se produce de manera muy similar si yo estoy guardada en mi casa y comienzo a pensar que es peligroso salir a la calle, si ya no puedo frecuentar a un familiar porque vive en una zona peligrosa, si se me acerca equis persona en la calle, etc. El 90% de las cosas que pasan por nuestra mente jamás suceden, pero mi mente y mi cuerpo lo viven como si fuera real. Lo que quiere decir que lo que me preocupa y lo que me sucede tiene un impacto súper elevado y directo en mi mente y si el 90% de las cosas que nos preocupan no suceden, significa que voy a inducir en mi organismo un estado de alerta mantenido.

Se presenta una intoxicación de cortisol porque comienzo a inducir en mi organismo el sistema nervioso simpático que es ese estado de alerta donde se segrega cortisol y esa intoxicación de cortisol comienza a generar cambios a nivel físico (caída de pelo, arrugas, manchas, la piel cambia de color, problemas gastrointestinales, falta de aire y dificultad para respirar, músculos tensos, contracturas, cuerpo pesado, etc.), otro es a nivel hormonal estrógenos o testosterona o progesterona.

Sucede que cuando hay una intoxicación de cortisol el cuerpo suele reaccionar de muchas formas, y es que cuando hay un nivel de estrés que se mantiene, comienza a modificar el sistema inmunológico. Cuando hay estrés, el cortisol actúa como antiinflamatorio, pero en el momento en que la persona vive en un constante nivel de estrés nuestro cuerpo va a reaccionar desintegrando el sistema inmunológico y se refleja inflamándonos, padeciendo gastritis, gastroenteritis, colon irritable, dermatitis, etc.

¿Quién no ha tenido estos síntomas?

Bien, pues puede que antes de leer este artículo no hayas puesto mucha atención a lo que tu cuerpo quiere decirte con todos estos síntomas, pero realmente hay consecuencias graves en la salud física y mental y esto impacta en el sistema intestinal, que es considerado como el segundo cerebro por estar rodeado de una red neuronal y esto genera un alto impacto en lo que pienso, en lo que siento y ello impacta en el organismo.

Entrevistando a mujeres de diversas edades, todas referían la misma sensación al ver cada día las noticias de un número cada vez más creciente de mujeres de las que se ignora su paradero, es decir, que están desaparecidas. Esa sensación de pánico al pensar que sus hijas al ir caminando a la Universidad, de la hermana que toma el bus para dirigirse al trabajo, de una madre que salió al súper, de la amiga que fue a una fiesta. Todas y cada una de ellas mencionaron sentir el famoso “retortijón en el estómago”.

Este famoso “retortijón en el estómago” nos lleva a modificar a través de esas heridas a ingresar tóxicos a la sangre que son dañinas para el organismo y que hoy sabemos son causa de algunas enfermedades neurológicas o neurodegenerativas.

“Hasta junio de 2021 en México la tasa de incidencia de depresión fue de 39.5 casos por cada 100 mil habitantes. Se ha mantenido una tendencia al alza en el reporte de depresión de los primeros semestres desde 2013 con una reducción para el 2020 y un incremento seguido en el 2021.

La entidad federativa que registró el mayor número de casos fue Nayarit con 92.2, seguido de Chihuahua con 86.3 casos y la Ciudad de México con 84.9 casos por 100 mil habitantes.” (Panorama Epidemiológico de las Enfermedades No Transmisibles en México)

Creo que citando las cifras de los últimos años que registró la Secretaría de Salud del Gobierno de México no hay mucho que explicar para esta conclusión, más bien hay mucho que exigir a este gobierno para que nos brinden seguridad a los ciudadanos, donde cuiden a las mujeres y donde se brinde un mejor servicio de salud a los mexicanos y mexicanas y se conceda una importancia mayor a la salud mental de la sociedad que se encuentra en crisis por la inseguridad.

¡Feliz día del psicólogo!