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DE CARA AL 8M “CON LOS MONUMENTOS NO.” ¿ENTONCES, CON QUÉ SÍ?

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Por Mtra. Imelda Nathaly González Guevara
Profesora de la Facultad de Derecho

Con motivo de las movilizaciones del próximo 8 de marzo, se pone en alerta a diversos sectores de la población, entre ellos y por supuesto en primer lugar, a las autoridades, mismas que ya se preparan para resguardar puntos estratégicos de la Ciudad de México y quienes de hecho ya están “blindando” algunos espacios e inmuebles.

Durante los últimos años la nación mexicana ha sido testigo del amplio poder de convocatoria que tienen los diversos colectivos feministas que congregan a miles y miles de mujeres que se manifiestan con estruendo y coraje en reclamo por el debido cumplimiento de nuestros derechos, a exigir justicia por las muertas, las desaparecidas y las violentadas; a pedir un cese al acoso y los abusos. Sin duda, todos reclamos legítimos en un país en el que, según datos de la OMS, una de cada tres mujeres sufre algún tipo de violencia y en donde un 66.1% de mujeres mayores de 18 años ha padecido por lo menos un tipo de violencia.

Sin duda, vivimos momentos que serán de trascendencia histórica por los logros obtenidos en materia jurídica. Prueba de ello son la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (y su serie de modificaciones gracias al esfuerzo de la activista Olimpia Coral Melo Cruz); el Reglamento para Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres; así como el Protocolo para Juzgar con Perspectiva de Género y la reciente ley Ingrid, entre otras. Sin embargo, el camino no ha sido fácil.

En diversas ocasiones la realidad supera al derecho: va adelantada al marco normativo. Ejemplo de ello es lo que ocurre con la violencia digital de género, que se puede manifestar de diversas formas (difusión de información personal y fotos íntimas, acoso, amenazas, robo de identidad, discurso de odio, doxeo, moobing, grooming, etc.) y que para el caso se ha tenido que actualizar y capacitar al personal de procuración y administración de justicia a fin de enseñarles a aplicar los debidos protocolos y recabar las denuncias de esta naturaleza.

En nuestro país se priva de la vida lo mismo a la novia que a la madre que busca a sus hijas o hijos desaparecidos; a la esposa que denuncia “el levantón” del que fue presa su cónyuge; a la madre que sale a trabajar cada mañana; a la estudiante que camina hacia la primaria o regresa de la Universidad; a la activista o a la profesora con su hija; a la niña que no fue deseada; en fin. No obstante, no vemos a un Estado incómodo o preocupado por blindarnos (jurídica y materialmente) tal y como lo hace con el Ángel de la Independencia, el Hemiciclo a Juárez o el Palacio Nacional. ¿Será porque habemos alrededor de 65 millones de mujeres en nuestro país y monumentos solo uno de su tipo?

Es cierto que no siempre “son las mejores formas”, pero se trata de la desesperación y la impotencia que se reflejan en la exaltación de quienes han sido ignoradas y hasta burladas por las autoridades.

Tratando de responder al planteamiento: “Con los monumentos no. ¿Entonces, con qué sí?”, me atrevo a sugerir que con la razón como arma de poder. Porque si bien hemos sido históricamente objeto de indiferencia, violencia y vulnerabilidad, también es cierto que debemos evitar continuar con un patrón de violencia para eliminar la violencia; hoy en día muchas mujeres también contamos con preparación y acceso a la información, lo cual puede traducirse en propuestas, proyectos, debates y discursos, mismos en los que con argumentos podemos expresar el hartazgo y miedo que las situaciones de violencia nos provocan.

Es necesario hacernos visibles, pero sin perder la objetividad ni la conciencia de nuestros actos, porque, así como vivimos en medio de feminicidios, desapariciones, abusos sexuales, acosos laborales, lenguaje soez, etc., también es cierto que en diversas ocasiones las congregaciones masivas dan oportunidad a la comisión de otros múltiples delitos contra la integridad de las personas y la propiedad.

Empecemos por deconstruir la forma de manifestarnos. Si un hecho es cierto, es que las autoridades y la sociedad “ya nos vieron”, saben que existimos, que estamos inconformes y que nos vamos a defender; pero hagámoslo siempre dentro del marco del respeto a terceros y la civilidad como estandartes.

La lucha recién comienza y desde luego no nos detendremos hasta sentirnos completamente seguras; hasta tener certeza de que todas estamos en condiciones de equidad; cuando podamos salir de casa sin necesidad de estar reportando nuestra ubicación y con la plena convicción de que volveremos sanas y salvas.

Vivas, libres y plenas nos queremos.

Te agradezco los minutos que dedicaste a leer estas líneas y deseo que tengas un excelente día.

Imelda Nathaly González Guevara Maestra en Derecho, Profesora de la Facultad de Derecho De la Universidad Nacional Autónoma de México