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¿QUÉ NOS HACE DIFERENTES EN LO LABORAL?

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Liliana Baltazar Samayoa Pimentel

Liliana Baltazar Samayoa Pimentel
Psicóloga y abogada

Sin duda alguna, desde nuestro nacimiento las mujeres y los hombres somos diferentes; desde el punto de vista biológico tenemos rasgos distintivos porque el tipo de cromosoma determinó nuestro sexo.

A todas estas características biológicas con las que nacemos, se les denomina sexo, en síntesis, el sexo son aquellas características de nacimiento que nos distinguen en la especie humana como hombres o mujeres. Estas características no son asignadas por nadie, incluyendo a Dios. Simone de Beauvoir señaló que “la división de sexos es un hecho biológico, no un momento de la historia.” (1).

En el papel, la única diferencia que debe existir entre ambos sexos serían las biológicas, pero con el paso del tiempo y la formación de las sociedades, en la cual nos relacionamos y en donde existen determinadas reglas que poco a poco compartimos, surge una cultura en la que edificamos ideas, preconceptos, creencias, representaciones y nos atribuimos conductas sociales por determinados momentos.

Como consecuencia de ello se formaron los conceptos de lo que se consideraba “masculino” para designar lo propio de los hombres y lo “femenino” para las mujeres, siendo estos dos conceptos que, hasta el día de hoy, nos enfrascan y limitan a un cierto comportamiento, a realizar determinadas funciones y a representarnos con actividades que socialmente son pensadas como lo adecuado para hombres y mujeres en nuestro devenir social. Y lo más importante, es que bajo estos referentes somos valoradas en el aspecto social y definidas de una forma predeterminada en la que habremos de relacionarnos las mujeres y los hombres.

Espero que la persona que este leyendo este artículo pueda reflexionar y dimensionar que lo aquí señalado tiene implicaciones a nivel mundial, porque si bien es cierto este fenómeno existe, en unos países acontece en forma más pronunciada que en otros, sin embargo, existe. Socialmente nos hemos organizado con base en las diferencias de género y no de las sexuales; nos estamos guiando por lo que hemos construido social y culturalmente hablando.

Han sido años de lucha para intentar y lograr generar un cambio en la sociedad y demostrar que ambos sexos pueden realizar las mismas actividades; que la oportunidad laboral que tienen las mujeres es mucho muy inferior de la que gozan los hombres, esto respecto a actividades que no impliquen un trabajo en que la fuerza sea la exigencia básica, porque en la mayoría de los casos ni siquiera sería opción participar por un empleo con esas características. Circunstancias diferentes cuando el empleo es desarrollando labores de un bombero, policía, ingeniero, piloto, informático, etc.

No se trata de que se entienda como una lucha por enfatizar que sólo las mujeres padecen esta situación, porque también los hombres han tenido la necesidad de llevar un solo “rol” que está “aprobado” por la sociedad donde ellos, y según los estándares, son empleos tradicionalmente reservados para las mujeres como suelen ser los trabajos en sectores de asistencia, educación preescolar, servicios, limpieza doméstica, cocina, enfermería, entre otros.

Evidentemente, estos criterios, se basan en la función biológica-reproductiva de las mujeres que desde años atrás las sociedades construyeron y se aceptaron de manera que limitaron, para las mujeres, los trabajos al ámbito doméstico, generando con ello la creencia de que nuestra principal función social reside en la maternidad, la crianza y cuidado de las y los hijos, la limpieza doméstica, la preparación de alimentos y el cuidado de nuestros familiares enfermos o, en los casos que son dependientes por alguna enfermedad, que simplemente son cosas que las mujeres debemos realizar porque está en nuestra naturaleza de protección o que debemos hacerlo por “amor” por el simple hecho de que somos mujeres y además porque este tipo de acciones nos hacen “femeninas”.

Sin embargo, esto es lo último que se espera de los hombres; de ellos no se comprende que realicen labores consistentes en el cuidado de los hijos, la limpieza de la casa, preparar los alimentos, incluyendo el cuidado de los adultos mayores que habitan en la misma casa o que forman parte del gran concepto de “familia”.

A través de la historia los hombres se adueñaron de ciertos espacios laborales y los reservaron, en forma exclusiva, para ellos. Casualmente estos espacios son donde existen los trabajos bien remunerados y en donde se adoptan las decisiones más importantes y que marcan el rumbo de la sociedad en la que habitamos mujeres y hombres, decisiones donde no consideraban si ellas nos afectaban y, mucho menos, tomaban en cuenta nuestra opinión. Basta evocar el año de 1979 en que fue elegida la primera mujer como gobernadora en el estado de Colima.

En la historia política las mujeres no fuimos invitadas a la creación de Instituciones, ni se nos asignó un papel en el desarrollo de la economía del país, cuando mucho se nos recuerda por ser la esposa de o la amante de o la hija de.

Los “roles de género” que imperan en nuestra sociedad constituyen los estereotipos en el campo laboral, aunque con agrado advertimos que algunos gobiernos se caracterizan por integrar su gabinete con un número mayor de mujeres, pero es posible que ello corresponda más con una falsa “imagen política” que, con la auténtica visión de rescatar la inteligencia, la valía, honradez y capacidad de la mujer en la vida pública.

Cuando se evalúa la funcionalidad laboral de los trabajadores, se aprecia mayor rendimiento, disponibilidad, honradez en el manejo de recursos públicos y transparencia en el empleo desarrollado por mujeres que por los hombres. Sin considerar la doble función que muchas de ellas desarrollan en el centro de trabajo, el hogar y el cuidado de los hijos.

Existen tres tipos de roles: el productivo que son las actividades que se desarrollan en el ámbito público y que generan ingresos, reconocimiento, poder, autoridad y estatus; el rol reproductivo que se relaciona con la reproducción social a través de actividades que tienen como objetivo garantizar el bienestar de la familia, es decir, la crianza y la educación de los hijos y las hijas, cocinar, el aseo del hogar, etc. Y por último el rol de gestión comunitaria que son las actividades que se realizan en una comunidad y se podría decir que van de la mano al rol reproductivo, ya que se vinculan con la participación voluntaria impulsando el manejo de actividades en una comunidad, como dirigir las gestiones necesarias para obtener servicios de agua potable, luz, de salud, etc.

Nacer mujer es un inmenso reto, circunstancia toral, dura la vida, la hembra viene en pecado concebida y el hombre nace lleno de respeto. Buscas no ser objeto, ser sujeto con ovárica fuerza sostenida, para luchar con alma dividida porque no en todo lograrás boleto. Te dan sencillo más te exigen el doble, sangras ante la ley casa conquista, en la maternidad sustancia doble, gigante siempre, aunque el dolor embista, por fuerza suave adentro roble, pero te hacen, a golpes, ¡feminista! (2)

Los Invito a que formulen una reflexión interna en su centro de trabajo, que aprecie la productividad, puntualidad, respeto, honradez y capacidad. ¿A usted qué cree que nos hace diferentes?

Citas.
1.- De Beauvoir, Simone. El Segundo Sexo. Random House Mondadori Edición para México en Lengua Castellana, México. 2012, PP. 22)
2..-Soneto a la mujer de Griselda Älvarez.


Liliana Baltazar Samayoa Pimentel.

Psicóloga y abogada.

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