Redes sociales y cancelaciones: el nuevo rol del abogado
Hoy en día implica no solo dominar el campo normativo -conocer las leyes y saber usarlas en favor de los propios intereses o los del cliente-, también es necesario trabajar la vocación de diálogo, la negociación, el espíritu conciliador, la contención del problema o el manejo de una “crisis” y por qué es importante que sea monitoreado por un abogado. El manejo de crisis aborda la solución frente a un conflicto padecido por un determinado cliente: una campaña de difamación en redes sociales, la acusación (real o ficticia) de un delito y sus repercusiones en otros ámbitos, el efecto causado por una noticia periodística sobre una compañía, la existencia de un conflicto que promete arrastrar a una persona o empresa por el barranco del desprestigio social o comercial. Hoy en día la viralización de una noticia ya sea verdadera o falsa puede producirse en 2 horas, algo impensado en otras épocas. Lo que obliga a aplicar un plan de crisis de manera urgente, es por ello que trabajamos con un grupo interdisciplinario para contener o minimizar el daño o la llamada cancelación.
Tiene sentido la presencia de un abogado detrás de este manejo de crisis porque ciertos problemas pueden encontrar límites en una norma o aún habiéndose roto ciertos preceptos legales, la respuesta a cómo proceder suele tener repercusión en el plano legal. Por otro lado, las agencias de comunicación -que son las unidades que suelen trabajar el manejo de una crisis- no siempre cuentan con la batería de recursos jurídicos que sí domina un abogado: muchas veces no se trata solo de cómo comunicar sino de qué comunicar, cuándo y por qué, e imaginar cuál será la respuesta frente a esa estrategia (¿sirve una medida cautelar? ¿el hecho tiene repercusiones en el plano civil, comercial, laboral, penal o en todos estos ámbitos a la vez? Estas son algunas de las preguntas que solo puede responder un abogado conocedor de cómo impactan las nuevas tecnologías). Que no sea peor el remedio que la enfermedad, que la postura adoptada no pueda abrir un frente en tribunales, en los medios o que sirva para evitar consecuencias dañosas en el cliente son tan solo algunos de los factores a evaluar.
Como hemos mencionado, las redes sociales cumplen un rol fundamental en todo esto: los operadores jurídicos de vanguardia no pueden trabajar careciendo de conocimientos técnicos y prácticos en relación a Twitter, Facebook, Instagram, YouTube, TikTok. Se necesita conocer los engranajes, cómo hacerse de prueba a partir de estas redes, cómo paliar los efectos de un comentario desafortunado y cómo apagar un incendio sin expandir el foco. Este necesario dominio también implica un buen manejo personal: las redes del abogado o son parte de su CV, del bagaje profesional, hablan del trabajo que se realiza o se realizó, por lo que la prolijidad en este aspecto también es un asunto de importancia, los casos exitosos que tenga como muestra concreta frente a este nuevo paradigma. Cuando un cliente busca asesoramiento legal, contrata la estrategia para el caso concreto, pero también acuerda con los aciertos y desaciertos del experto a lo largo de su carrera (más aún, si el tema es sucesible de ser abordado por los medios de comunicación). El cliente se queda con el conjunto. Eso no le quita importancia a las labores tradicionales del abogado, como es litigar.
Quienes ejercemos el Derecho también debemos estar atentos al fenómeno de “la cancelación”: vedar a un sujeto por opiniones que suenan controvertidas o por actos cuestionados en un determinado momento, hacer de cuenta que su obra no existió, invitar a que nadie jamás vuelva a escuchar su música o leer sus libros. Internet es un océano de información cuyas aguas fluyen rápido, a veces, sin que exista siquiera un mínimo chequeo. Las fake news y las campañas de desprestigio también son materia de análisis jurídico, ya que ensuciar a una persona en redes puede llevar minutos, mientras que depurar esa imagen -muchas veces, marcada por datos falsos- puede ser una tarea que demande meses, años o que no llegue a concretarse. Los abogados tenemos algo que hacer allí, frente a injusticias en la web y comentarios cuyo objetivo puede ser dañar a personas sin responsabilidad violando principios fundamentales como la presunción de inocencia y el derecho a defensa en juicio entre otros. Aún queda mucho por hacer. Lo que es seguro es que este es solo el comienzo del nuevo rol del abogado, destinado a ser protagonista en la resolución de contiendas que están en expansión y que, en muchísimos casos, ni siquiera llegarán a tribunales. Así mismo la confidencialidad y el secreto profesional son esenciales en el manejo de estos conflictos. No cabe duda qué hay que seguir protegiendo el derecho a la libertad de expresión, pero también es necesario que el anonimato en redes sociales no siga siendo un cheque en blanco para arruinarle la vida a una persona. Mas allá de la falta de regulación en el año 2018 conseguimos la primera condena por calumnias e injurias en redes sociales. La causa judicial se había iniciado con la presentación de una querella a cargo mi representación legal y el afectado en su honor era Marcelo Frydlewsky, quien se sintió “agraviado” a raíz de una serie de tuits publicados por Mónica Lang.
El delito por calumnias e injurias está tipificado en los artículos 109 y 110 del Código Penal Argentino al igual que en las mayorías de las legislaciones de la región, pero nunca había sido aplicado en la Argentina para agravios vertidos en las redes sociales. Tal fue el impacto que fue replicado en un gran universo de medios internacionales, entre los cuales el New York time.
Dr. Jorge Monastersky.
Abogado. Manejo de crisis.
Dr. En Ciencias Jurídicas y Sociales. U.M.S.A.
Posgrado en Derecho Procesal Penal profundizado.
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