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Los enemigos del pueblo

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 —¿Cómo puede gustarles ser esclavos?¿Cómo puede gustarles ser niños? Sí, niños. Berreando y vomitando – agregó, insultando, exasperado por la bestial estupidez de quienes se proponía salvar.

¿No desean ser libres y ser hombres? ¿Acaso no entienden siquiera lo que son la humanidad y la libertad? ¿No lo entienden? -repitió; pero nadie contestó a su pregunta-.

Bien, pues entonces —prosiguió, sonriendo- yo les enseñaré; y los liberaré tanto si quieren como si no. – Y abriendo de par en par la ventana que daba al patio interior del Hospital, empezó a arrojar a puñados las cajitas de tabletas de soma.

Por un momento, la multitud caqui permaneció silenciosa, petrificada, ante el espectáculo de aquel sacrilegio imperdonable, con asombro y horror.

Súbitamente se levantó un clamor de la multitud, y una ola en movimiento avanzó amenazadoramente hacia el Salvaje.

El fragmento anterior es un compendio de algunos momentos a partir del capítulo X de un mundo feliz de Aldous Huxley, que recuerda a una sociedad que vive en una felicidad artificial por medio de una droga que suministra el gobierno y que es cuestionada por “un salvaje”, es decir, un hombre nacido sin los medios artificiales de la sociedad que describe el autor.

La explicación que le dan es:

No se pueden fabricar coches sin acero; y no se pueden crear tragedias sin inestabilidad social. Actualmente el mundo es estable. La gente es feliz; tiene lo que desea, y nunca desea lo que no puede obtener. Está a gusto; está a salvo; nunca está enferma; no teme a la muerte; ignora la pasión y la vejez; no hay padres ni madres que estorben; no hay esposas, ni hijos, ni amores excesivamente fuertes. Nuestros hombres están condicionados de tal forma que no pueden obrar de otro modo que como deben hacerlo. Y si algo marcha mal, siempre queda el soma. El soma que usted arroja por la ventana en nombre de la libertad, señor Salvaje. ¡La libertad! -El Interventor soltó una carcajada-. ¡Suponer que los Deltas pueden saber lo que es la libertad! ¡Y que puedan entender Otelo! Pero, imuchacho!

Este es el precio que debemos pagar por la estabilidad. Hay que elegir entre la felicidad y lo que la gente llamaba arte sublime. Nosotros hemos sacrificado el arte puro.

La crítica social de Huxley no pierde vigencia en el mundo actual que se ha vuelto cada vez más dependiente del consumo para evadir la realidad a la que el mismo sistema capitalista le orilla.

En México las cosas no son mejores, tal vez incluso lo son peores.

En semanas pasadas la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación ha colapsado la Ciudad de México para exigir ciertas condiciones laborales al gobierno, que de hecho, fueron prometidas por la presidenta en su campaña y en su discurso de toma de posesión en el zócalo el 1 de octubre de 2024.

No es materia del texto de hoy hablar jurídicamente sobre la legitimidad de la protesta, como lo he hecho en casos previos, sino hablar de la indolencia de una sociedad drogada por el soma de un partido hegemónico que les garantiza una idea de felicidad.

Cuando Plutarco Elías Calles proclamó el fin de los caudillos y el inicio de las instituciones, creó un partido político que institucionalizaba la lucha de la Revolución Mexicana. El partido dictaba que si y que no eran los ideales de la revolución. Este modelo fue reproducido con un éxito asombroso en MORENA, que institucionalizó todas las luchas sociales, dictando cuál es legítima y cuál no.

Aunque no hay categoría más privilegiada y desconectada de la realidad que la de “intelectual”, el partido concentró a destacados intelectuales de izquierda, si se les puede llamar así, para darle legitimidad como el baluarte de la lucha social.

Así lo mismo Paco Ignacio Taibo propuso fusilar a los detractores del partido que el Fisgón hizo las caricaturas más misóginas de mujeres feministas que exigían condiciones mínimas de vida.

Todo lo anterior se articuló en la narrativa del “pueblo”, pues el gobierno de MORENA no solo encarnó todas las luchas sociales legítimas, sino que además encarnó la voluntad del pueblo, por lo que aquello que hiciera sería bueno, en tanto que las demás exigencias serían solo para desestabilizar al “gobierno del pueblo.” Por tanto, si MORENA es el gobierno del pueblo, quien esté en contra de él, está en contra de los intereses del pueblo.

Una narrativa así no es fácil de construir, pero permeó en un país conservador bajo el alivio de que pertenecer a MORENA limpiaba sus culpas en gobiernos pasados y los volvía de izquierda. No importa si estaban contra la lucha social, la redistribución de la riqueza, los derechos sexuales y reproductivos, la eliminación del clasismo y el racismo, la migración de centroamérica, la laicidad del Estado, la colonización, el extractivismo, la gentrificación, o el antipunitivismo, siempre que votaran por el partido, serían de izquierda.

De esta manera, el partido concentró a los mismos de siempre que están donde sea para conseguir el poder, pero también a aquellos que siempre se vendieron como luchadores sociales. No obstante que nadie que se diga luchador social defendería a un gobierno, ser acomodados entre la nómina gubernamental les silencio por bastante tiempo. Algunos más osados como Hernán Gómez o Julio Astillero alzaron la voz de forma timorata cuando no era sostenible una narrativa, siendo linchados por sus compañeros y por el sistema de reprimenda social que se ha construido en la mañanera o en las redes sociales desde el gobierno.

Otros “intelectuales” de pronto dejaron de hablar del tema público para enfocarse en estudios especializados, que les ahorraran la pena de hablar públicamente contra el gobierno al que siempre le han hecho propaganda.

Los más extremos, construyeron complejas narrativas para justificar por qué un gobierno con todos los tintes neoliberale y autoritarios, era el verdadero gobierno del pueblo. Y algunos como Sabina Berman siguen sosteniendo que por “pragmatismo” es necesario aguantar todo comportamiento inaceptable en aras de “la transformación”.

Mientras tanto, todas las luchas que exigieran del gobierno una respuesta que no fuera la que el partido quería dar, se volvieron ilegítimas. Primero fueron las feministas, después los periodistas, las madres buscadoras, las personas LGBTTIQ+, los niños con cáncer, los trabajadores que exigen la jornada de 40 horas, los padres y madres de Ayotzinapa y ahora, la CNTE. De hecho Alejandro Solalinde criticó que ya no existieran “aquellos maestros honestos y estratégicos con los que muchas veces marché.” Pues claro, las marchas contra otros gobiernos eran legítimas, pero no contra el partido que dicta la legitimidad de la lucha social.

En tanto el PRI logró institucionalizar la revolución, MORENA logró institucionalizar la lucha social, por lo que cualquier movimiento organizado que no proviniera del partido, sería ilegítimo, sin importar si la exigencia era la misma de toda la vida.

No creo que nadie tenga capacidad para descifrar qué le hace a una persona vender sus ideales a un partido, ni como conviertes al país de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez en la sociedad de la miseria. Pero hay una enseñanza de “Un mundo feliz” que se asemeja a la forma en que vive la sociedad mexicana:

-Pero ¿no le acorta usted la vida dándole tanto soma?

-En cierto sentido, sí —reconoció el doctor Shaw-. Pero, desde otro punto de vista, se la alargamos.

El joven lo miró sin comprenderle.

-El soma puede hacernos perder algunos años de vida temporal – explicó el doctor—. Pero piense en la duración inmensa, enorme, de la vida que nos concede fuera del tiempo. Cada una de nuestras vacaciones de soma es un fragmento de lo que nuestros antepasados llamaban “eternidad”

  • Desde luego — prosiguió el doctor Shaw—, no podemos permitir que la gente se nos marche a la eternidad a cada momento si tiene algún trabajo serio que hacer. Pero como Linda no tiene ningún trabajo serio…
  • Sin embargo -insistió John—, no me parece justo.

El doctor se encogió de hombros.

—Bueno, si usted prefiere que esté quejándose y gritando como una loca todo el tiempo…

Todo gobierno es en primera instancia peligroso, pero aquel que rompe la cohesión social para evitar las exigencias contra un sistema que oprime, lo es más. Con todo y los esfuerzos de los intelectuales comprados por el partido, MORENA ha demostrado ser un partido de corte absolutamente neoliberal, por mucho que apelen a su pluralidad para sostenerse como de izquierda. En ese sentido, es apenas lógico que sus políticas generen descontento social ante una creciente desigualdad.

Sin embargo, lo que no lograron los gobiernos neoliberales del pasado con la represión armada, MORENA lo logró con el control de la narrativa. Si repites en todos los medios “de izquierda” que en el país no pasa nada, la gente que necesita tener limpia su conciencia social, piensa que no pasa nada. Así, una lucha social institucionalizada no requiere más que ser un medio de reproducción del discurso oficial, una lucha social de sillón, donde la proclamación pública de ser morenista hace sentir a la gente estar en la guerrilla de los años 70 o tomando Tlatelolco en el 68.

Nada más alejado de la realidad, pero que rompe con la cadena de organización social que es necesaria para cualquier batalla que haya que dar contra los gobiernos. “Si yo soy de izquierda por ser morenista, no necesito tomar las calles, no necesito protestar y no necesito apoyar a quienes protestan, quienes además en último caso, son detractores del gobierno que limpia mi conciencia y me tiene sin hacer nada.”

Además de ello, el grupo etario es muy claro, estando a la cabeza del comportamiento drogado por el soma, las personas adultas mayores, quienes critican todo de los gobiernos anteriores, desde la comodidad de sus pensiones pagadas por el gobierno y sin necesidad de criticarle nada a este. La eterna fórmula del neoliberalismo, mientras no me pase a mí, todo está bien. Le siguen las juventudes desesperanzadas por el futuro que se han alienado al contenido de las redes sociales para ignorar su realidad [brain rot].

MORENA garantiza las vacaciones de soma para que nadie “esté gritando como loca”, mientras unos cuantos salvajes que no toman el soma, gritan libertad y son reprobados por querer eliminar la comodidad de quien no quiere voltear a ver a los demás. La vieja estrategia de no ver lo que pasa para no sentirse incómodo y de juzgar a quien se queja por incomodar.

Ahora, hay marxistas que defienden los procesos de turistificación colonial impulsados por un tren de corte neoliberal; antineoliberales que defienden el modelo de pensiones traído de la dictadura de Pinochet; antipunitivistas que defienden la prisión preventiva oficiosa y la criminalización del consumo de sustancias y; luchadores sociales que están en contra de la lucha social.

Mientras las sociedades de la pos guerra entraron en un proceso de depresión intelectual que ponía en el centro lo miserable del ser humano, la sociedad neoliberal pone en el centro los estímulos placenteros inmediatos para evitar ver otra vez al humano como miserable. Para evitar sentir dolor. Eso los mantiene productivos.

El modelo mexicano demostró que el capital no puede ser destruido, sino que es tan perverso, que puede tomar la forma de un partido de izquierda para mantenerse vigente. Y entonces, así como hay libertarios anarquistas, de pronto aparece la izquierda neoliberal. En ese sentido, MORENA fue capaz de usar el desarrollo de la posmodernidad para instaurar un régimen donde nadie se queja, y quienes se quejan, solo son llamados “los enemigos del pueblo.”                                                                                              

Carlos Alberto Vergara Hernández. Licenciatura y maestría, Facultad de Derecho, UNAM. Profesor en la misma Facultad de las materias Control de Convencionalidad y Jurisprudencia y Filosofía del Derecho. Activista, conferencista y capacitador político en derechos humanos y derechos de personas en situación de vulnerabilidad.

Contacto: cvergarah@derecho.unam.mx

 

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