
Tal vez las fuerzas que amenazan actualmente a la libertad son demasiado fuertes para ser resistidas por mucho tiempo. Sin embargo, tenemos el deber de hacer cuanto podamos para resistirlas.
– Aldous Huxley, Retorno a un mundo feliz
El pasado 01 de septiembre del 2025, el golpe de realidad llegó, luego de semanas de un tortuoso proceso electoral cuyas últimas instancias judiciales sólo brindaron mayor decepción y no certeza, se les tomó protesta a los nuevos integrantes del Poder Judicial de la Federación.
Llegar a la función judicial debería de ser un honor, pero en el contexto actual resulta impensable que podamos localizar dicha honorabilidad en un alto porcentaje de quienes durante los próximos años ejercerán la función judicial.
Surgen muchas dudas e inquietudes sobre el camino a seguir. Quienes ven la reforma judicial como aquello a lo que se debe de resistir, hoy pueden estar frente al dilema de dar por concluida la lucha con una seca derrota o buscar espacios y áreas en donde todavía se pueda accionar desde la resistencia. Lo cierto es que ahora pasaremos a la fase final de la implementación de la reforma, los ganadores finalmente serán adscritos a sus respectivos órganos jurisdiccionales.
Este será el momento en que realmente se verán las consecuencias -positivas o negativas- de la reforma y de la renovación a los poderes judiciales; ahora se podrá conocer a cada uno de los perfiles, así como su formación y conocimientos puestos en práctica. Incluso, para el caso de los procedimientos orales, los operadores podrán notar la capacidad de los juzgadores y los conocimientos que detentan en tiempo real.
Aunque el entorno jurídico no se ha caracterizado por participación en movimientos sociales complejos y la resistencia contra la reforma fue muy laxa; en esta ocasión, somos el último bastión y los últimos actores con capacidad para resistir frente a los escenarios -hipotéticos, pero probables- en los cuales el nivel del litigio y la calidad de las resoluciones pueden decaer y perjudicar a los justiciables, mientras que a la par aumentarían los grandes vicios del sistema de justicia.
Por esta razón, resulta conveniente ahondar en cómo se puede construir resistencia frente a esos escenarios, sin asumir que indefectiblemente ocurrirán, pero previendo la necesidad de que los abogados deban abandonar la tibieza y el desinterés para convertirse en verdaderos actores políticos que pugnen por un adecuado funcionamiento del sistema de justicia.
La metamorfosis del gremio jurídico tendrá que ocurrir ahora, después seremos reemplazados por formularios o inteligencia artificial como muchos auguran con cierto orgullo.
Dentro de los escenarios que se han planteado, se ha mencionado que probablemente habrá juzgadores que simplemente no tendrán los conocimientos y aptitudes técnicas para el cargo, otros más tendrán ataduras políticas a diversos actores que podrían pretender influir en las determinaciones que deberán tomar y otros más adecuarán sus criterios a la propia interpretación de lo socialmente aceptable, buscando evitar los conflictos con medios de comunicación y actores políticos.
Por ese motivo, lo único que queda expresar en este momento, es simplemente: a todos ellos, les vamos a vigilar. Los litigantes que presencien en vivo, en plena audiencia oral, la falta de conocimientos del Juez, tendrá la misión de no quedarse callado; desde luego, que no será el litigante hércules ni el héroe de la judicatura abolida, sino el litigante que señale lo que está mal.
A los académicos y a los periodistas, les corresponderá ser más críticos y observadores de las grandes injusticias y las buenas y malas resoluciones, la principal misión de la resistencia es la pedagogía jurídica, debemos conocer más y mejor nuestros derechos, debemos conocer más a profundidad los vicios de las instituciones, así como las historias de vida que todos los días se destruyen y construyen desde las instituciones que intervienen en la justicia.
La viabilidad de cada uno de los escenarios dependerá de cada caso concreto, lo cierto es que, desde el litigio y la academia, deberá existir la correspondiente reacción que busque evidenciar y contener estas prácticas nocivas, buscando conservar un resquicio de independencia judicial.
Hasta antes de la reforma judicial, se recitaba mucho que los jueces hablaban por sus resoluciones, ahora, nadie los jueces y magistrados electos por voto popular, difícilmente podrán justificar un voto de confianza a su perfil solo por el mero hecho de haber sido electos y menos por la emisión de sus resoluciones. Necesariamente deberán atravesar un proceso de rendición de cuentas mucho más riguroso que el que se tenían antes.
Hoy no importa lo que antes se hizo, no importará cuantas malas decisiones dejamos pasar sin criticar o a cuántos malos jueces se les dio el voto de confianza por haber sido fruto de la carrera judicial -o también de los vaivenes políticos ampliamente conocidos en los poderes judiciales locales-; frente a un nuevo poder, habrá nuevas críticas.
Tomar como punto de partida la legislación en materia de transparencia o la publicidad de las resoluciones, resultará infructuoso. Esto no será útil para que los juzgadores conserven la aparente legitimidad otorgada por las urnas, por el contrario, deberán afianzarla y para ello se deberán de implementar mecanismos de transparencia proactiva.
El Juez transparente no será el que conozca la Ley de Transparencia, sino el que dé el ejemplo de lo que se puede entender como una justicia de puertas abiertas y de la transparencia como estilo de vida, la transparencia como guía judicial y la transparencia como instrumento de poder para los ciudadanos, no de protección para el propio estado.
Durante las campañas vimos que varios candidatos prometieron in abstracto más transparencia, lenguaje sencillo y mayor cercanía hacia la sociedad, será difícil ver resultados sobre promesas generales si los propios ganadores no buscan materializar prácticas innovadoras que se ajusten al marco legal y que realmente generen una mayor difusión de su labor.
Sin embargo, la rendición de cuentas tiene varias facetas; la parte fácil es hablar de la buena fe del obligado a la difusión de la información, mientras que también existe otra faceta en la que la sociedad tiene posibilidades de intensificar las herramientas de rendición de cuentas en diferentes vías.
Les vamos a vigilar. Nos tocará a los ciudadanos, académicos, politólogos, periodistas y abogados analizar a detalle lo que se hará de ahora en adelante. El escrutinio permanente no será para aplaudir, sino para disciplinar al poder; reconoceremos lo bueno, solo porque será la inspiración para exigirles más a los que no lo hagan así, mientras que lo malo, se magnificará hasta erradicarlo, porque solo el escozor y la incomodidad al poder son la brújula para el ciudadano.
La crítica seguramente será rigurosa, como en otros casos será bastante laxa; la crítica tendrá que ser neutral y desinteresada, aunque en otras ocasiones habrá que tomar partido frente a las nuevas injusticias que se lleguen a cometer, porque si, el poder siempre está expuesto a los mismos vicios, porque no deja de ser poder. No cualquiera podrá sentarse en la silla de Juez, Magistrado o Ministro sin perder el piso y escuchar el canto de las sirenas del electorado, de la política y de la plata.
Les vamos a vigilar. Los litigantes ahora sí deberán tener conciencia de clase y perspectiva social para ser partícipes de un escrutinio mucho más profundo sobre los operadores del sistema; en caso de permitir que se perpetúen los mismos vicios que ha habido antes, será principalmente responsabilidad de quienes tenemos la misión de representar a las víctimas de las grandes injusticias del sistema penal y de los ciudadanos que apenas buscan mendigar un poco de justicia.
Y si, también les vamos a vigilar a los demás operadores, incluyéndonos a nosotros mismos.
Joseph Irwing Olid Aranda. Abogado litigante y académico.