Diversas organizaciones de sociedad civil OSC, instituciones gubernamentales y diversas académicas e investigadoras, se han dedicado al estudio de la violencia social buscando un marco teórico a la violencia de género, revalorar la prevalencia desagregada por género, y considerar su dinámica, monitoreo y prevención. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que define la violencia social como aquella interacción entre dos personas o más donde se usa la fuerza y la clasifica según el lugar donde ocurre (violencia urbana o rural), por el agente violento que la ejerza (jóvenes, pandillas, policías, muchedumbres), o por el código legal que existe o que clasifica determinados actos como violentos.
En estudios realizados por el Organismo antes mencionado y en documentos como el de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la violencia social es definida de forma amplia y abarca tanto el homicidio, feminicidio, la delincuencia y el maltrato a adolescentes, niñas y niños. Estos organismos consideran también como violencia social: el consumo de drogas (incluido el alcohol), el fenómeno del narcotráfico, la guerra y los actos de terrorismo. Así, la violencia social puede ser vista como una serie de actos de control de diversa índole y con diferentes características, que no solo dañan a los individuos y sus sociedades, sino que determina la construcción de relaciones sociales y culturales de inequidad.
De lo anterior y para este trabajo podemos definir el concepto de violencia social como:
“La interrelación entre dos o más personas, donde el uso de la fuerza de diversas índoles y características, termina dañando a diversos grupos sociales por igual y que tiene que ver con las luchas entre los cuerpos y no sólo cuerpos concretos de seres humanos, sino de cuerpos simbólicos que tienen un poder y un saber, en donde, debido a esto, se construyen de forma permanente relaciones sociales y culturales de inequidad”
La violencia social se distingue por ser un fenómeno amplio, con características particulares, que obedecen a una misma problemática social: una violencia estructural que afecta a todos los grupos sociales por igual. Se reproduce en diversas interacciones sociales donde, en última instancia, se generan relaciones inequitativas entre los sujetos que interactúan.
Estas relaciones desiguales se presentan particularmente entre hombres y mujeres, en donde llega a imperar la supremacía de ellos, que implica la sujeción y subordinación de ellas, llegando en algunos casos, a la opresión de género en todas sus modalidades: discriminación, inferiorización, desvalorización, exclusión, segregación, explotación y marginación, entre otras. De esta forma, la violencia que viven las mujeres surge en el contexto de poder, en las distintas condiciones sociales. Por ejemplo, la pobreza generalizada está presentando un proceso de feminización, pues por mucho tiempo siguen siendo las mujeres quienes viven no sólo los despidos más frecuentes y los salarios más bajos, sino quienes tienen menos oportunidades para encontrar empleo.
Los derechos sexuales y reproductivos, son otro ámbito donde la violencia contra las mujeres sigue siendo evidente, ya que las menores oportunidades laborales, la falta de acceso y de recursos económicos, impiden que las mujeres busquen servicios de salud reproductiva así como la adecuada y oportuna para sus hijos e hijas.
Sabemos que otro ámbito generalizado de violencia contra la mujer, es el plano de la cultura, las creencias, los usos, costumbres y tradiciones, que normalizan su condición de género y les hacen creer que sus funciones propias son el cuidado, el servicio, oportunidades desiguales con relación a los hombres, ocupar el segundo lugar en ciertos espacios y actividades, incluso hasta llegar a controlar su vida y su cuerpo, como el caso de los embarazos forzados.
Es lamentable para las mujeres u hombres que han presenciado violencia contra las figuras femeninas al interior del núcleo familiar durante la infancia, que por lo general pone y ha puesto en riesgo a las niñas y los niños en su desarrollo psico-emocional, ya que reproducen la violencia aprendida durante la adolescencia y la edad adulta, como tener una iniciación sexual temprana, abuso de sustancias psicotrópicas y comercio sexual.
La conceptualización de la violencia contra las mujeres ha contado con la aportación de distintas instancias, internacionales, gubernamentales, jurídicas y civiles, entre otras.
La violencia contra las mujeres constituye un obstáculo para la igualdad y el pleno ejercicio de sus derechos humanos, como la seguridad y la libertad; así como un problema de justicia, que incluye a todas las mujeres, en los ámbitos público y privado, y que se acentúa cuando se liga a otras formas de violencia relacionadas con la edad, etnia, clase, estado civil, grupo socioeconómico, nivel de estudios, preferencia sexual, etc. Por ello es importante seguir destacando que es prioridad, por sus graves implicaciones físicas, emocionales y sociales.
El objetivo del presente artículo es invitarlos a formarse su propio concepto de violencia social, el no ser intolerantes ante el dolor de los más vulnerables, a recordar que la violencia no tiene género y a que aporten su granito de arena en sociedad de la mejor forma.
Andrea Alvarado Mendoza
Licenciada en Derecho por la UNAM, Maestra en Género, Derecho y Proceso Penal por el Centro de Estudios de Posgrado Nacional, Estudios en Juicio Oral Penal por el Instituto Nacional de Ciencias Penales, Estancia Académica para Estudios en Sistema Penal Acusatorio Adversarial y Estrategias de Litigación Oral Penal Por la Universidad de San Diego, cuenta con estudios en Negocios por la Universidad Iberoamericana, así también se certificó en el programa Aprender a Enseñar a Distancia que imparte el Tecnológico de Monterrey. Trabajó el proyecto ´´Puentes a la vida´´ para el Penal de Barrientos, en el que capacitó internos en temas de justicia restaurativa. Se desempeñó como oficial ministerial en la entonces PGR, actualmente es socia fundadora de la Firma Legal Andrea Alvarado Abogados Penalistas. Es coordinadora responsable de proyectos en Revista Criminogénesis. Coordinadora y capacitadora en cursos de balística forense, conductora en el programa Impulsando el Derecho. Cuenta con publicaciones en La Querella digital, Notitia Criminis, Revistas como Criminogenesis, Cadena de Custodia, Mundo Jurídico Hispanoamericano y la Revista de la Facultad de Derecho.
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