México es un país que goza —aparentemente— de estabilidad macroeconómica, cuenta con la confianza de los organismos económicos internacionales y dada su relevancia como agente económico a nivel global, también se le incluye como integrante del G20; el principal foro internacional para la cooperación económica, financiera y política.
Sin embargo, dicha estabilidad y finanzas públicas saludables, no necesariamente se traducen en el bienestar y desarrollo para las y los mexicanos, ni en la reducción de la desigualdad y la pobreza, ni tampoco en la posibilidad de una vida plena. Como dato, es importante conocer que en 2020, de acuerdo con el Informe sobre Desarrollo Humano 2019, México se ubicó en el lugar 76 de un total de 189 países en el índice de Desarrollo Humano, por debajo de otras naciones de la región América Latina y el Caribe.
Lo anterior, en el contexto de trata de mujeres para la explotación sexual en México, refiere que el Estado tiene serios problemas de seguridad y gobernabilidad que restringen cualquier forma de crecimiento; provocando que la añeja desigualdad económica —profunda y arraigada— en la que ha vivido el país se agrave. Encadenada a la desigualdad económica, va la desigualdad de género, a la cual siguen otros eslabones: las deficiencias en los sectores de salud, educación, trabajo y seguridad. Esto compone el “caldo de cultivo” ideal para que se reproduzca como “moho” la delincuencia de diversas y “horrorosas” formas; muestra de esto es la existencia de comunidades, donde los grupos de delincuencia organizada han “echado raíces”, especialmente entre quienes se ven privados de oportunidades y obligados por los delincuentes.
Paradójicamente, la riqueza natural y posición geográfica de México, hacen que sea atractivo tanto para la inversión extranjera y el comercio internacional, como para las actividades ilícitas transnacionales, incluyendo la trata de personas. Esta va hacia una dirección de actividad delictiva que mayores ganancias económicas reporta a los delincuentes, incluso sobre el tráfico de drogas.
En la trata de personas, los costos para echar a andar el sistema a través del cual opera son bajos, porque no hay propiamente una etapa de “producción” en la cual invertir para generar las “mercancías” con las cuales se “comercia”—o esa es la percepción de los agentes delictivos—, se trata de seres humanos que son “cosificados” por los delincuentes y quienes encuentran en las víctimas lo que para ellos son “bienes sustitutos”.
Comúnmente, arrancan a una mujer de su medio y de su vida, toman su auto de lujo y se llevan a otra por la fuerza. En otras palabras, el objeto material en este delito ya está proveído; simplemente se vuelve sistemático; enganchan a otra mujer para arrebatarla de su medio por la fuerza.
Mientras se tolere la operación tanto de la oferta como de la demanda, continuará el “mercado de seres humanos”. Si bien es cierto, que este delito se “tolera” basta con observar algunas de las calles que componen la zona identificada como “La Merced” en la Ciudad de México.
Si bien es cierto que el dinero es un medio de pago ¿en qué momento se volvió más preciado que la dignidad humana? El engranaje detrás de la trata es un sistema complejo, basado en la distribución de beneficios significativos para sus operadores. Además, requiere cierto conocimiento técnico del sujeto activo para perpetuar sus operaciones y aprovechar o “blanquear” los ingresos de la explotación. Su desarrollo toma tiempo, muestra de ellos son los casos mexicanos, que siempre refiero, por lo indignante de la situación. En el municipio de Tenancingo, Tlaxcala, durante décadas se ha venido efectuando una transformación social consecuencia de la actividad delictiva.
En este lugar, el dinero resultado de la explotación sexual de las mujeres se destina -entre otras cosas- a la construcción de “palacios” y compra de automóviles de lujo; en algunas ocasiones, para festejar al santo patrono del pueblo.
“Según Información de la Iniciativa Global contra la Trata de Personas (UNGIFT) de las ganancias globales que se mueven detrás del mercado ilícito de la trata de personas 1.3 billones de dólares que equivalen al 4.1% son generados en América Latina. El 49% se genera en países industrializados caracterizados por ser los principales destinos de las víctimas que provienen de Latinoamérica.”
De las formas de explotación, la sexual tiene mayores posibilidades de ser visibilizada, cuestión que puede afectar el registro y cuantificación de otras formas de trata; se estima que, del total de casos registrados en 2006, el 79% corresponde al rubro de explotación sexual, siendo el resto, casos de trata para trabajos forzados u otras formas de explotación.
Históricamente, las mujeres han sido las principales víctimas de trata para explotación sexual, así lo destacan algunos datos compilados por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito:
– En el Reporte Global 2009 de dicho organismo, del total de víctimas registradas dos terceras partes fueron mujeres, de esa cifra el 79% sufrió explotación sexual;
– De las víctimas de trata provenientes de América Latina desde 2006, el 66% fueron mujeres.
– De las víctimas trasladadas desde Sudamérica hasta Europa, se ha notado un incremento en el número de mujeres de nacionalidad brasileña.
En esa ruta, el “Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) estima que más de 4 millones de mujeres son vendidas anualmente para cualquiera de estos tres fines: prostitución, esclavitud o matrimonio, y que dos millones de niñas son introducidas en el comercio sexual. En concreto, se calcula que en relación a las víctimas de trata: el 43% es explotada sexualmente, el 32% es explotación laboral y un 25% sufre una mezcla de ambos tipos; […]”
Aunque todo ser humano puede ser víctima de trata, frente a esta, las mujeres se han encontrado en una situación de vulnerabilidad a través de la historia.
Las críticas a los tipos penales sobre la trata de personas, cuestionan su redacción desde una perspectiva neutral y no de género, de acuerdo al número elevado de mujeres víctimas del dato anterior; igualmente se pone a debate, no hacer referencia al género del sujeto activo. Argumentos que invitan al legislador a repensar la norma penal.
El fenómeno delictivo de la trata de personas requiere para su estudio vincular tanto aspectos económicos como de género, sumados a la visión jurídico penal que debería operar conjuntamente con la criminología, cuyo vínculo clave es la política criminal; política ausente en la búsqueda por erradicar la trata de mujeres para explotación sexual.
Gracias por tomarte el tiempo de leer.
Alberto Francisco Garduño
Profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Twitter: @albertofco9
Creo que la trata nunca va a terminar hasta que las naciones de verdad se pongan de acuerdo y homologen todos los tratados y protocolos en uno solo para la zona Norte América, a sí poder entender y a su vez sacar toda la corrupción en el mundo de la trata saludos cordiales exelente investigación vamos por más