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EL PANÓPTICO EN EL PROCESO PENAL

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Por Christian Bernal Porras

Los teléfonos celulares se han convertido en accesorios inseparables de los seres humanos casi en su totalidad, difícilmente se encuentra alguna persona que no utilice un aparato de comunicación de esa clase.

Los teléfonos que en principio servían únicamente para realizar llamadas telefónicas han evolucionado a tal punto que son mini computadoras con una alta funcionalidad respecto de funciones distintas a las llamadas telefónicas, por ejemplo, son cámaras de fotografía y video, procesadores de texto y además soportan el uso de las redes sociales de las cuales también difícilmente las personas no son parte.

Todo comienza con la adquisición de un teléfono, el cual de inmediato nos solicitará autorizaciones como acceder a las fotografías, ubicación, contactos, etc. Casi en automático el usuario acepta todas las solicitudes de acceso con la finalidad de que sea funcional, por ejemplo, que sea útil para la utilización de mapas y localizadores GPS.

El teléfono también facilita el acceso y la utilización de las redes sociales, sin duda tema que lleva a la reflexión de que se ha vuelto un enemigo de la lectura o la convivencia con otras personas, sin embargo en este momento lo relevante es reflexionar que el uso de las redes sociales llena la necesidad de las personas de llamar la atención, esa necesidad de reconocimiento social de forma fácil pero al final una meta del ser humano como lo sostendría Emilio Durkheim, existen estudios de los estímulos que provocan la visualización de “likes” en las publicaciones, lo que motiva que rutinariamente se comparta en las mismas los lugares a los que acudimos, fotos con nuestros amigos, mascotas, casas, incluso de lo que comemos, todo con el fin de la satisfacción que provoca ser visto.

Históricamente el papel de las redes sociales puede ser comparable con el llamado poder pastoral que ejercía la iglesia, las personas acudían llenas de devoción al confesionario, de ahí que la iglesia tuviera la capacidad de conocer casi todo de todos, pues en nombre de la fe era necesario confesar los pecados, lo que a la postre constituía un cumulo de información y como dice la famosa frase la información es poder, quienes han visto la película “La ley de Herodes” podrán reconocer a que me refiero con el poder que da el acumulamiento de la información que en confesión se da al sacerdote.

Ya no es necesario ir al confesionario, nosotros le entregamos toda nuestra información al teléfono y a las redes sociales, información que se conoce como datos conservados y que en el caso de las redes sociales nosotros autorizamos su utilización, por ejemplo, Facebook advierte del uso de los datos que ingresemos y nosotros accedemos a su utilización con solo un “clic”.

La red a la que se traslada toda nuestra información viene a constituir hoy el panóptico del que hablaba Bentham, pues, aunque no nos demos cuenta nos miran sin que nos demos cuenta en todo momento, nosotros voluntariamente accedemos a ello.

Este panóptico moderno como todo no es bueno ni es malo, solo es y será bueno o malo según el uso que se le dé, en el caso del Proceso Penal el Código Nacional de Procedimientos Penales establece la posibilidad de probar libremente mientras sea lícito el medio que se utiliza, por lo que también dota de procedimientos para poder obtener la información que arroja el uso de los aparatos telefónicos, un aparato telefónico puede decirnos donde ha estado una persona, con quién ha hablado, observando sus fotos quienes son sus amigos o conocidos y a que actividades se dedica, las redes sociales nos pueden además incluso decir que ha comido y que hábitos tiene.

El Proceso Penal sin duda debe de evolucionar prescindiendo cada vez más de resoluciones solo sustentadas con testigos y apostar por los medios tecnológicos que son más confiables y precisos, es por ello que este panóptico debería de utilizarse en todos los casos, pues con él es posible ubicar personas en tiempo pasado o en tiempo real, relacionarlos con otras, etc.


Mtro. Christian Bernal Porras

Licenciado y Maestro en Derecho por la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, catedrático de esa casa de estudios en la División de Estudios Profesionales y de Posgrado, así mismo concluyo los estudios de Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM